GOMEZ12102020

La enseñanza de las matemáticas en la escuela
José Ángel Pérez

Monterrey.- La enseñanza de la matemática en la escuela no debe priorizar el desarrollo de habilidades para realizar cálculos ya que los cálculos numéricos los realizan mejor y más rápido las máquinas. El tiempo y el esfuerzo en el aula se ha de orientar al desarrollo de actividades que promuevan habilidades y actitudes más trascendentes, más bellas, más humanas.

     La enseñanza de la matemática tiene una misión más sublime y trascendente. Debe entusiasmar al ser humano para su incursión exitosa en el mundo de las ideas, posibilitar al estudiante para su incursión exitosa en un espacio en el que construirá modelos para entender y transformar la realidad mediante las diversas ciencias, sean éstas, naturales o sociales.

La belleza de la matemática radica en instruir al ser humano para realizar lo que las máquinas no saben hacer. Lamentablemente la matemática escolar, aún en la tercera década del siglo veintiuno, sigue arrastrando una mala fama, una apreciación que la coloca en el disgusto hacia ella. Esta tendenciosa leyenda negra la acrecientan los medios, los artistas, los conductores poco favorecidos intelectualmente cuando a manera de burla expresan: -Yo nunca entendí las matemáticas en la escuela.

     - A mí nunca me gustaron las matemáticas.

     Lo más terrible es que explícita o implícitamente estos locutorcillos se jactan de que a pesar de no estudiar matemáticas ellos son unos triunfadores.

     Los niños aprenden a odiar las matemáticas “a priori” porque la aversión hacia ella está en la sociedad, en los medios y en el ambiente escolar.

     Es tarea urgente que científicos, docentes, investigadores, administradores rescatemos la enseñanza de las matemáticas en la escuela básica desarrollando actividades interactivas y significativas. Generando un pensamiento matemático que sea la herramienta para entender un mundo complejo y cambiante.

     Rescatar la enseñanza de las matemáticas en la escuela básica permitirá formar hombres libres y no esclavos que sólo sirvan como apéndices de una máquina. Y como dicen en mi querido Mezquital: -Me atrevo a decir que la burra es parda porque traigo los pelos en la mano.