Y no, no es para mejorar las destrozadas calles de acceso, ni para poner una humilde caseta de vigilancia que evite los robos en los estacionamientos de larga estancia. Es para ampliar y hermosear los edificios con que ya cuentan.
Esta semana, un amable guardia de seguridad me impidió salir por una puerta que mostraba en la parte superior un enorme letrero de SALIDA.
Me aclaró que la salida era por la puerta que dice ENTRADA y que esto era así, porque los responsables de poner los letreros se habían equivocado en la colocación.
El incidente me sirvió para reparar en un detalle aparentemene insignificante: los tales letreros y los números de las puertas son de color naranja, precisamente el color que identifica al partido que gobierna Nuevo León.
Sería estirar mucho la imaginación pensar que los dueños del aeropuerto estén tratando de quedar bien con el Gobernador de Nuevo León, o con el Alcalde de Monterrey. Sin embargo, no pude dejar de recordar algunos históricos cambios de color, hechos al son de los cambios gubernamentales.
En el año 2000, Vicente Fox ganó las elecciones presidenciales bajo los colores del PAN y con la promesa de sacar al PRI de Los Pinos. Sacó al PRI, pero no al priísmo. Esa es otra historia. Pero aún recuerdo claramente que los dos principales bancos nacionales súbitamente cambiaron su imagen institucional al color azul. Bancomer, que siempre fue verde y amarillo, de pronto se volvió azul. El histórico color terracota que identificaba a Banamex, se fue para dejar su lugar al color azul que se instaló desde entonces hasta nuestros días.
Vamos, hasta la casa donde yo trabajaba, Televisa, cambió los cubos de los noticieros del histórico color amarillo y rojo o anaranjado por un fondo azul. Por supuesto, sigo sin pensar que eso haya tenido que ver con la oleada panista que se apoderó del país, para rápido desencanto de los mexicanos.
El sector gobierno, por supuesto, es el más veleidoso con los cambios de colores. El sempiterno tricolor de los documentos oficiales, de pronto empezó a cambiar al son de los resultados electorales. Todavía más, con un claro desconocimiento de la ley, Vicente Fox cambió a su antojo el escudo nacional, cosa que está expresamente prohibida. Surgió así el águila mocha que identificaba a su gobierno. En Monterrey, tuvimos un alcalde, panista él, que colocaba un escudo nacional iluminado en la Presidencia Municipal, con una víbora de cascabel de color azul y que se molestaba si alguien le criticaba tamaño sinsentido.
Los colores y los diseños van y vienen. Cada gobierno hace como que no hay escudo nacional ni estatal y se inventan el propio, con enorme derroche de recursos para desechar la papelería ya impresa y para hacer la papelería nueva, con caballos de pelaje indómito o de diseño medieval, aunque les llamen nuevos. Ya que nos encanta hacer leyes nuevas, habría que hacer una que prohiba imprimir papelería oficial con nuevos logotipos mientras existan hojas con los diseños anteriores.
Entre tanto, la fiesta de los colores sigue y sigue.