Monterrey.- La justicia no es justa, no es equitativa. Se ha ejecutado con diferente dinámica según la clase social, el género, el color de piel y religiones.
La justicia tristemente es subjetiva, tiene los ojos vendados no para impartirla de manera igualitaria, sino porque así finge no mirar si hubo preferencias. Pregunten a alguien humilde, a un rockero de pelo largo, a un peatón trasnochado, a un activista, si la justicia no los ha querido intimidar en el nombre del orden y la paz social.
Impartir y preservar la justicia es una gran responsabilidad, y también es un gran compromiso con la clase conservadora. Si no quieres que los afroamericanos, los chicanos, o los latinos salgan de su barrio, manda patrullas a hacer rondines en los límites de la zona. Verse sospechoso provoca miedo. Es intimidar al poder. Y, vaya, el poder tiene EL PODER para mandar a reventarnos las cabezas.
An american girl story es una serie que nos habla de estas diferencias de justicia ciudadana. No es tanto tienes tanto vales, sino de qué color es tu piel, en un Estados Unidos donde la esclavitud ha quedado prohibida pero los derechos civiles dejan mucho qué desear. En un mundo de hombres, ser una mujer es difícil. Y ser de color lo es todavía más.
Les invito a ver el capítulo titulado Melody 1963. Les aseguro que nos impactará la manera en que la justicia “de color” resulta distinta en el país de la libertad, donde lo que más ha faltado siempre, es eso: La libertad para tener igualdad oportunidades y ser tratado con dignidad.