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Foto: Zayra Garro

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LA NATURAL INCOMUNICACIÓN Del HURACÁN KARL
A casi diez años de que el huracán Karl dejara Veracruz hecho un desastre, Verónica Ruiz nos relata momentos dramáticos y la forma en que los vecinos mismos se apoyaron entre sí

Verónica Ruíz

Hombres y mujeres desaparecidos, casas destruidas, calles inundadas, láminas de zinc y muebles a metros de distancia del hogar al que pertenecían. Familias sobre tejados a medio vestir, empapados por la lluvia sin poder ir a un lugar seguro.

     Fallas de los servicios de cable, teléfono e internet, la falta de energía eléctrica en algunas zonas; el miedo, llanto y preocupación se hicieron presentes en el estado de Veracruz tras el paso de Karl, huracán que entró como categoría tres y se convirtió en cuatro.

     Daños y vidas cobradas no sólo por un fenómeno natural sino también a causa de la falta de cultura de prevención por parte del Estado, situación que no pasaba hacía décadas en el territorio portuense. El 17 de septiembre del 2010 es una fecha que las familias veracruzanas no olvidan.

     “‘Ayuda, ayúdenme’”, gritaba un hombre de unos 35 años en la oscuridad, agarrado a una lavadora en medio de una especie de remolino que se generaba por el agua desbordada del río de la colonia Vicente López, en la ciudad de Cardel, Veracruz, relata Zayra Abigail Hernández Garro, que presenciaba con su familia desde el techo de la casa que rentaban.

     Zayra tenía 19 años cuando vivió esta experiencia al lado de su mamá, hermanos, sobrinos e hija, permaneciendo alrededor de 17 horas en la azotea donde el agua subió unos 10 centímetros. Se dieron cuenta que el río se desbordaba demasiado tarde a pesar de que veían a sus vecinos salir de sus casas en medio del huracán.

     Situación que nadie en la colonia cardeleña se esperaba, que les cambio la vida, causando pérdidas materiales y recuerdos traumáticos.
“Nos dimos cuenta muy tarde de lo que pasaba y sólo alcanzamos a subirnos a la azotea. Estuvimos ahí de diez de la noche a tres de la tarde, aproximadamente, nos llovió encima todas esas horas y teníamos mucho miedo que la casa colapsara, ya que era de dos pisos. Creo que lo peor fue que vimos a una persona arrastrada por la corriente hundirse en un remolino que se hizo en la esquina de la casa, varios días tuve pesadillas; la verdad fue muy impactante, ese día cumplía un año mi hija y tuve mucho miedo de perderla.

     Unos vecinos se quedaron con nosotros en la azotea y cuando amaneció otro vecino fue de techo en techo hasta nuestra casa, nos llevó café y esperó con nosotros a qué bajara el agua y nos ayudó a salir”, relata Abigail Hernández.

     A comparación de la familia Hernández Garro, hubo vecinos de la colonia que sí pudieron refugiarse antes de que el río creciera más y que además ayudaron a que más personas se pusieran a salvo.

     “Después de unas horas del ojo del huracán vimos pasar mucha gente que vivía como a cuadra y media del río y decían ‘¡vamos a ver que el río se está saliendo!’, pero siempre que pasaba esto nunca llegaba a la Vicente, por lo que sólo regresamos a la casa.

     “A los quince minutos pasa un señor gritando: ‘Vecino, vecino, sálganse, ¡sálganse!’, ‘¿y eso?’ ‘El río está creciendo aún más’. Fuimos a ver cómo estaba y ya rebasaba nuestra cabeza, iba llegando a la casa porque está de subidita. Así que subimos a la combi a los perros, los papeles, una lampara y una cobija; se subió una tía que se había ido a resguardar a nuestra casa porque su techo es de lámina, mi papá y yo. Cuando salimos el agua nos llegaba a la rodilla, mi mamá y mi tío se quedaron abajo para cerrar el portón, les costó pasar, el agua ya se estaba llevando a mi mamá”, comenta Miguel Ángel Castro Moreno.

     Aunque había urgencia de la mayoría para escapar de las garras del río, sus automóviles no fueron de mucha ayuda y algunos se quedaban atorados por el agua, lo que no pasó con la familia Castro Moreno, dado que su motor se encuentra en la parte trasera y les habría camino.
“Nos fuimos a la Preparatoria Agustín Yáñez que sirvió de refugio, de ahí a la casa que teníamos en Cardel, todo estaba oscuro pues no había luz, cualquiera podía chocar, mis padres me dejaron, pues apenas iba en primero de secundaria y no querían que me pasara nada y se regresaron a ayudar”, menciona Castro.

     A la par en el municipio de Paso de Ovejas se encontraba la familia Ramírez Miranda, en la localidad de Tolomé, ubicada cerca del río de respuesta rápida Achulito.

     “Nos asustamos mucho porque estábamos mi abuela, mi mamá y yo solas, mi abuela en ese momento se encontraba enferma y sólo podía caminar con andadera, nos llamó un tío y nos dijo que venía un huracán y que nos cuidáramos, no creímos que fuera para tanto y sólo nos encerramos bien.”

     “Como la casa está centrada y rodeada de árboles escuchamos como golpeaban con aire las palmas de coco de coyol, se cayó un árbol de ciruelos, las ramas del árbol más viejo de mango que había.

     Cuando el aire se calmó vecinos salieron a amarrar sus láminas, ya que se comenzaban a levantar en las casas, porque sabían que se venía un golpe de aire fuerte. Terminó el aire, la lluvia paro y un vecino salió con su equipo para checar el río, cuando volvió avisó inmediatamente que el río ya estaba creciendo.

     El vecino que fue a checar era uno de los pocos que tenía casa de doble planta y nos ayudó a levantar muebles y a mi abuela a subir al segundo piso de su casa, el río nos llegaba como a las rodillas, pero bajó rápido así que nos fuimos a dormir”, relata Frida Carolina Ramírez Miranda.

     Horas después el llamado que les hacían sus vecinos, a través de fuertes golpes a la puerta, las despertó para alarmarlas del crecimiento acelerado del río. “Cuando nos despertamos, adentro de la casa, el agua ya la teníamos como a media pierna, literalmente mis sandalias estaban flotando por el patio, para ese momento mi papá ya se había llevado a mi abuela y volvió a bajar rápido el agua”, comenta Carolina.

     En la zona céntrica del puerto jarocho, en la calle Mario Molina en dirección a Independencia se encontraba la familia Hernández Segura. “La gente entró en pánico porque varias casas de la zona que aún son de madera se destruían y volaron totalmente con las corrientes de aire. Mis ventanas y puertas, que también eran de madera, se destruyeron.

     El techo de mi casa también tenía bastantes goteras, pensamos que no resistiría la casa, toda esa zona tiene varias casas con mucho tiempo de haber sido construidas, era lógico que el cemento estuviera debilitado”, comenta José Ángel Hernández Segura.

     Además, zonas que por su mala ubicación se inundan cada que se presentan lluvias, como lo es el fraccionamiento Floresta, tuvieron pérdidas totales.

     “Un amigo de mi papá sufrió más porque durante la lluvia su casa se consideró pérdida total, él vivía en el fraccionamiento Floresta, ya sabes que se inundan muy rápido, entonces tuvo que cambiarse”, comenta Ángel Hernández.

Mala comunicación
Aunque las versiones se presentaron en diferentes zonas de Veracruz, todas concuerdan en que hubo poco conocimiento y prevención del huracán y, que la ayuda del gobierno y de protección civil, fue mínima.

     En los territorios veracruzanos ya mencionados la mayoría encontró refugio gracias a la colaboración entre vecinos que brindaron techo, comida y ropa a los que se veían mayormente afectados o no podían moverse a una zona segura.

     Como prevención ante la llegada de Karl, se ordenó evacuar las poblaciones cercanas a las playas y activar el Plan Marina de la Secretaría de Marina- Armada de México y el de Desastre Natural (DN-III) del Ejercito mexicano por parte de Protección Civil. Así también se suspendió actividad en la Planta Nuclear Laguna Verde y en instalaciones petroleras.

     Medidas que no fueron suficientes debido a que se esperaba que el huracán afectará sobre todo a la zona norte de Veracruz y no a la zona centro, territorio que la mayor parte del tiempo se ve ligeramente afectado.

     “No sabía nada, siento, junto con mi mamá, sentimos que se le dio muy poca importancia, no sé, pero nosotras no nos enteramos y veíamos constantemente las noticias”, comenta Frida Miranda.

     “No recuerdo que protección civil hiciera mucho hincapié en el hecho de huir a un refugio previo al huracán, sino ya cuando estaba la situación, ahí vemos un problema de comunicación de crisis”, menciona José Segura.

     “Del huracán ni me enteré, al menos no en noticias, sino cuando ya estaba pasando”, recuerda Ángel Moreno.

     Así fue como el huracán sorprendió a cientos de familias y afecto áreas que los habitantes de la tierra del danzón y la Bamba jamás imaginaban.

Rinconcito de patria que sabe sufrir y cantar (Agustín Lara)
El pasó de Karl dejó brechas y desorden en la vida de los veracruzanos; más de 20 mil casas inundadas por desbordamientos de once ríos. En Veracruz, 7 ahogados y 17 desaparecidos por Karl, es uno de los encabezados publicados por La Jornada el 19 de septiembre del 2010.

     117 municipios con afectaciones, representando 68 por ciento de la población, esas fueron las cifras que brindó la entonces directora de Protección Civil de Gobernación, Laura Gurza.

     Falta de comida, comercios inseguros, pérdidas totales, extravío y daño de pertenencias; obstrucción de la cotidianidad de las tierras costeñas, fortaleza y unión fue lo que dejo uno de los fenómenos naturales que, debido a las lluvias que lo anticiparon, damnifico a cientos.

     “Afecto nuestras actividades, ya que perdimos todo, fue muy poco lo que se logró rescatar con los días, no podíamos salir a trabajar porque no teníamos ropa, zapatos, nada. Afortunadamente no nos tocó quedarnos sin víveres, mucha gente nos ayudó y se instaló una cocina comunitaria de los militares ahí cerca”, relata Zayra Garro.

     “Mi familia no tiene la cultura de prevención para prepararse para un siniestro, por consiguiente, nosotros fuimos parte de las personas que compraron al momento todo, no conseguimos muchas provisiones, mucha gente hizo lo mismo que nosotros y pues los productos no alcanzaban.
El centro comercial que nos abastecía era Mega Las Palmas, este centro cuenta con muchos ventanales, pero cuando estuvo el huracán, se convirtió en una trampa, muchos ventanales destruidos, muchas goteras, todo fatal”, platica Ángel Hernández.

     “No había paso ni comida, en Tolomé hay un súper grandecito que se vació, no había donde conseguir comida. Hicimos filas por un par de horas para tortilla y pan porque la dueña consiguió una planta de luz para dar el servicio, recalentamos comida porque no había luz ni agua, el pueblo estuvo así casi toda la semana, nosotros al abrir la carretera nos fuimos a la propiedad que tenemos en Veracruz”, menciona Frida Ramírez.

     Aunado a esto el efecto de teléfono descompuesto fue uno de los causantes de pánico e indignación, dado que a pesar de que las redes sociales no contaban con la popularidad que manejan hoy en día, la población hacía diversas menciones de la situación, y dado que las instituciones oficiales no llegaron a cubrir todas las zonas afectadas, o lo hizo después de tiempo, la realidad se iba distorsionando.

     “A mí me sorprendió mucho porque me llegaron chismes como que en Salmoral la gente había corrido al puente y el agua venía tan fuerte que se lo llevó y con esto a la gente, que todos los puentes estaban caídos, algo trágico, pero por ejemplo el número de muertos oficial no fue tan alto como decían, se exageraron mucho las cosas, influenciando el teléfono descompuesto”, cuenta Frida Miranda.

     “Protección civil y los soldados del plan DNIII, llegaron ya cuando las cosas estaban más en calma, digamos, realmente en el momento de la contingencia no estuvieron, creo que si fueron más las víctimas de las que marcan oficialmente”, comenta Garro.

     “A muchos sólo les quedó agarrarse de algo y cuando pasó la corriente se metió una lancha y sacó gente que no había desalojado y otros sí desaparecieron, nunca los volvieron a ver”, relata Ángel Moreno

     En la Colonia Vicente López se hizo un momento de esperanza con la visita de Fidel Herrera Beltrán, quien en ese entonces gobernaba Veracruz.

     “Hoy estamos aquí presentes, en este caso paradojal de la naturaleza, no previsto dentro de mi programa de gobierno...”

     “Este lugar que yo visité hace años, lejano entoces a toda ambición de poder, antaño feliz, hogaño enlutecido, me duele. Sí, conciudadanos, me laceran las heridas de los vivos por sus bienes perdidos y la clamante dolencia de los seres por sus muertos insepultos bajo estos escombros que estamos presenciado.” Juan Rulfo, “El día del derrumbe”.

     Así como dice el cuento del escritor mexicano, el gobernador trató de tranquilizar a los cardenenses que, cubiertos de lodo, despeinados y la mayoría descalzos, lo recibían entre aplausos y llanto.

     “En esa ocasión llegó Fidel Herrera, en un helicóptero, todos aplaudían, yo solo volteaba a ver a mi mamá cómo diciendo ¿es neta? ¿Por qué le aplauden?, es su obligación bajar los recursos”, relata Hernández Garro.

     La esperanza, en medio de la adversidad que en ese momento vivían, se fue después de recibir un apoyo monetario mínimo por familia.
“Nos formaron y nos dieron doscientos pesos por familia, pensé ‘apenas para un bote de leche para mi hija’. A pesar de haber perdido nuestras pertenencias, de parte del gobierno, fue el único apoyo que recibimos. Cuando se fue, todos los vecinos estábamos molestos”, recuerda Zayra Hernández.

     Las familias Hernández Segura, Ramírez Miranda, Castro Moreno tampoco recibieron alguna ayuda gubernamental, si les llegaban víveres era de privados. Protección Civil llegó después de que entre vecinos se unificarán para el levantamiento de escombros en sus localidades.

     Sólo a las personas con pérdida total los enviaron a la comunidad del Manguito donde construyeron pequeños hogares de madera que les brindaban amueblados para su reubicación.

     Septiembre del 2010 queda marcado por la naturaleza y por la memoria colectiva de la sangre veracruzana.

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