Así mismo, si la radicalización de los líderes universitarios tenía como objetivo demostrar su capacidad para movilizar desde los veinte municipios hacia Culiacán, y poner contra la pared al gobernador, lo han logrado; y ahora este convoca a una gran concentración frente al Palacio de gobierno del Estado para rendir su II informe, y se esperan 20 mil personas de todo el estado.
Si, en cambio, este episodio inédito en los poderes del estado fue pensado en clave de medir fuerzas entre la Universidad Autónoma de Sinaloa y el gobierno del Estado, las de la institución Rosalina demostraron ser superiores; y pautaron que cualquier decisión o sentencia judicial se va a enfrentar con movilizaciones cuantas veces sea necesario, lo que pone al gobernador constantemente en una disyuntiva.
También, si las movilizaciones universitarias buscan cumplir un ejercicio pedagógico para los suyos y otros sectores sociales de la población sinaloense que, ninguneadas o no atendidas, están logrando su propósito; y es de esperar que el ejemplo contagie, ante las bravatas reiteradas contra periodistas, universitarios, líderes sociales o productores agrícolas, que exhiben inmadurez en un gobernante con escasa mano izquierda, para administrar los conflictos normales de una sociedad como la sinaloense.
Ahora bien, si los líderes de las movilizaciones buscan ir más allá del conflicto jurídico-político, y poner en entredicho la concepción autocrática que domina al grupo gobernante, está sentando las bases para convertirse en una caja de resonancia de alto cilindraje mediático.
Así mismo, como se ha dicho en la narrativa oficialista, lo que se busca es sacar al PAS de la Universidad, para que “alcance la plena autonomía”; y no, como han dicho algunos de sus detractores, que es un juego de “quítate tú, para ponerme yo”; la evidencia demuestra que hay un muro de contención que no tiene el gobierno y los apoyos mínimos de dentro y fuera de la Universidad está demostrado son insuficientes.
Peor si al PAS, que es un factor de peso en la Universidad (como antes lo fueron el PRI, PCM, CS o PMT), lo está viendo como una avanzada para las elecciones concurrentes de la próxima primavera, está demostrando capacidad de convocatoria, porque es un derecho político y más acompañar luchas sociales; y se conocerá su efecto sobre el comportamiento electoral y el nivel de aprobación que tiene Rocha Moya en el ejercicio de gobernar.
Incluso (¿por qué no?), dado que esta confrontación muchos la simplifican como el pleito que el gobernador trae contra Héctor Melesio Cuén Ojeda (su ex aliado electoral y colaborador en la función pública estatal), en las próximas elecciones le dará un toque personal a la contienda por los votos; es decir, cada uno de ellos buscará por todos los medios a su alcance, sacar el mejor rédito electoral; y en ese sentido, el paso que ha dado Cuén Ojeda, de sumarse al Frente Amplio por México, viene a crear una competencia más equilibrada en la disputa de los votos federales, estatales y municipales.
Y, por último, el llamado del ciudadano distinguido Javier Llausás para reducir la tensión y animar la conciliación con la intermediación de actores sociales de probada independencia con las partes en conflicto, que me parece llega un poco tarde, pero sin duda necesario, al estar escalando el conflicto.
Entonces, caben preguntas para el gobernador: ¿vale la pena alimentar un conflicto que nunca se supo si se iba a terminar ganando? Porque, podrán lograr inhabilitar, incluso meter a la cárcel a un rector, y a otro, y a otro, y no alcanzar el objetivo de capturar a la Universidad para los fines políticos de la 4T que es, a mi juicio, el tema de fondo, aunque se diga que es contra la corrupción.
A siete meses de iniciado el conflicto, ¿ha valido la pena una confrontación con quien fue aliado fiel, y la militancia del PAS que le cuidó las más de 4 mil casillas, le resolvió la bronca con Luis Guillermo (El Químico) Benítez, y le aportó al menos 100 mil votos?
No se ve todavía el fruto. Insisto, si la UAS necesita cambios, deben ser por la vía institucional, garantizándole el ejercicio de su autonomía, como lo marca en lo federal la Ley Rocha. A nadie beneficia el conflicto. Y menos a esa nueva generación de uaseños con buena o excelente formación académica, que son un orgullo del estado y están en la calle defendiendo a su Universidad, mientras se les califica de borregos, sin voluntad propia.
Y es que los gestos son palabras y las palabras, incluso, las silenciosas, trasmiten posturas. Y eso, cuando se interpreta, como lo está haciendo la mayoría universitaria, no puede provocar más que malestar e irritación, contra el poder que se desprende de un intento autocrático, hasta ahora exitoso, con el matiz de que la UAS se ha convertido en el único contrapeso político que tiene el estado.
Eso lo saben las dos partes en conflicto, lo que supone lamentablemente una mayor lucha, que hasta ahora se expresa en el atrincheramiento del gobierno en lo jurídico, mientras la UAS está en la calle con decenas miles gritando: ¡Fuera Rocha!, ¡Madueña, No estás solo!
Y la historia enseña que toda victoria en lo jurídico tiene que ser legítima y eso no está ocurriendo, precisamente por esa visión autocrática que permea hoy al Poder Judicial estatal, y que acude a una legalidad a modo, menospreciando la legitimidad de todo acto de gobierno.
En tanto, la conquista de la calle, el griterío, la alegría es confrontación contra ese poder, aporta avales, y como el tema de la legitimidad, es percepción; es decir, como lo observan los sinaloenses, está mostrando que estos van conquistando la narrativa que se construye en el aula, los espacios públicos o las mesas de las familias sinaloenses.
En definitiva, vemos a una Universidad dispuesta a seguir con su lucha a favor de la autonomía y sus autoridades y en contra de la llamada “solución jurídica”, mientras el gobierno se encuentra en un callejón sin salida, con una narrativa gastada y complicada para sostenerla indefinidamente.
Y mientras volvemos la vista se hizo el silencio en la casa del pueblo, la de la palabra, el argumento, la política ahora. Veremos qué resulta del siguiente episodio de esta lucha en la plancha del Palacio de Gobierno.