Guanajuato.- La peste epidémica que está azotando el mundo, el ya muy comentado Covid-19, llamó a las puertas de mi hogar. Una vecina muy estimada, que nos ayudaba con el trabajo doméstico y la atención a mi hijo discapacitado, cayó severamente enferma y en pocos días murió en el hospital, con apenas 33 años. Nos dolió mucho porque era una presencia cotidiana y muy estimada. Habíamos pasado la nochebuena con ella, y se le veía bien. Pero sus problemas previos de salud –diabetes, presión alta y otros– la hicieron vulnerable al ataque de este virus oportunista. Descansa en paz, amiga.
Pero casi a la par con su hospitalización, mi esposa se comenzó a sentir mal: le faltaba el aire y se sentía muy fatigada. Ella siempre ha gozado de buena salud, gracias a que tiene el hábito del ejercicio y nunca ha padecido enfermedades crónicas, a pesar de su edad. Los hijos y yo nos alarmamos, y la acompañamos a sus citas con los excelentes médicos de la Red Médica de la UG, quienes nos instruyeron aislamiento y observar la evolución de nuestra jefa de familia. Ella reforzó sus defensas gracias a medicamentos apropiados y a suplementos alimenticios que le enviaron sus hermanas desde los Estados Unidos, donde alguna de ellas ya ha padecido el mal. Se le aplicó una prueba PCR y se confirmó el padecimiento.
Su evolución ha sido excelente, y ninguno de los miembros de la familia inmediata se contagió. Aún no sé por qué. Ya cumplimos la quincena, y el último médico que la atendió le dio buenos pronósticos. Ha recuperado su nivel de oxigenación y se siente mucho mejor. Los dos hijos que habitan con nosotros, y yo por supuesto, estamos felices de haber librado esta amenaza mortal; particularmente yo, que padezco los males de la edad y el descuido.
Por esa razón nos entusiasmamos al saber que el gobierno federal iniciaría un registro de personas mayores que formarán el siguiente conjunto a recibir la vacuna maravillosa. A pocas horas del anuncio en la mañanera intenté entrar al sitio mivacuna.salud.gob.mx, sólo para recibir mensajes desconcertantes que evidenciaban la “caída del sistema”. Otra más…
Me sorprende que el gobierno federal plantee una estrategia que implica la recolección de información personal de la población mayor de 60 años. Se anuncia que los inscritos recibirán una llamada de los “Servidores de la Nación” para acordar una cita, y la persona mayor deberá acudir a centros de vacunación –sin importar su capacidad de movilidad–, en lugares que estarán atiborrados de gente vulnerable con los más variados males.
México es un país con una amplia experiencia en vacunaciones masivas. La última rutina que testimonié fue hace algunos meses, cuando recibimos en casa la visita de una enfermera de la Secretaría de Salud del estado, que buscaba personas mayores para vacunarlos contra la influenza. Mi esposa y yo la recibimos gustosos. Tres semanas después volvió la misma amable enfermera a vacunar al resto de la familia. Sin registros –sólo la cartilla de vacunación–, sin citas, sin aglomeraciones. Excelente y efectivo operativo. Todo mi barrio fue vacunado.
¿De qué se trata ahora? ¿De exponernos al riesgo de contagios? ¿De recabar información para usos posteriores, válidos o no? Sugiero que esta estrategia sea revisada a la luz de lo que nuestros profesionales de la salud han sabido hacer desde hace décadas. No inventen el agua tibia…
(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal - ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda