Monterrey.- Con la pandemia las oleadas de migrantes centroamericanos se detuvieron. La trampa mortal en sus países de origen es una verdad universal. Sufren el acoso de la pobreza y de los criminales. Viven por debajo de cualquier estándar mundial. Historias repetidas por cientos, por miles.
Todo el año 2019 utilizaron a México como trampolín. Hasta el rio Bravo. Toparon de frente con la border patrol. La separación de las familias, en su ignorancia, del bienestar en la tierra del dólar.
En el limbo legal, por meses o años, se ensañaron con ellos. Construyeron el Guantánamo de los inmigrantes, de los legales y de los ilegales. Le dieron la razón a la figura presidencial. Incluso aquellos hijos de expatriados ilegales. Los más irracionales, irónicos y atormentados.
Trasladaron a México campamentos de refugiados. Empadronaron a cada uno de ellos. Solo para llevar registro de quienes han pasado por el territorio nacional.
Solo en Arizona y Nuevo México, las cantidades de muertos en situaciones extremas por su orografía, avergüenza al género humano.
Nuestro país también ha contribuido con las terribles matanzas como San Fernando Tamaulipas. Los desaparecidos infaman la memoria de sus seres queridos. A los maleantes, esos esfumados, son solo carne sin sentimientos y sin historia.