GOMEZ12102020

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Cambiar la mentalidad
Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- En una edición conmemorativa de una revista que se publica en Nuevo León, aparecieron entrevistas a personalidades del medio empresarial. Me llamó la atención la respuesta de Rodrigo de León a la pregunta ¿Cuál es el reto más grande al que te has enfrentado?

Su respuesta fue: “Entender los cambios sociales y generacionales y adaptarnos a las exigencias del mercado”. Para un empresario es vital conocer las características del mercado en el que opera; pero es interesante que De León se refiera en primera instancia al cambio social y al cambio generacional.

Aceptar que hay un cambio social que se produce con o sin la conciencia de los individuos que integran la comunidad es un paso necesario para intentar una interpretación de lo que está sucediendo. De eso se tratan precisamente las denominadas ciencias sociales.
¿Cuáles son y cómo podemos percibir las señales o evidencias del cambio social que se produce de manera cotidiana, en el entorno inmediato, a escala nacional y a nivel global?

A lo que mejor se aproximan las interpretaciones del cambio social es a identificar las tendencias o las orientaciones a largo plazo. El cambio tecnológico es quizá el factor que más ha influido en los dos últimos siglos en el cambio social; el cambio tecnológico se asocia al desarrollo de las actividades productivas y a la organización de la producción.

En la interpretación marxista del capitalismo, como modo de producción, el aspecto central es la conversión de materias primas y bienes en mercancías. No hay límite respecto de lo que es susceptible de comercialización. Hasta la fuerza de trabajo humano acaba convertida en mercancía.

En el debate actual sobre el cambio climático global no escasean las soluciones de mercado, al ponerle precio y costo a las emisiones de contaminantes. Encarecer el uso de las tecnologías contaminantes aparece como un camino posible, lo que obliga, por otro lado, a plantear estrategias de innovación para desarrollar nuevas formas de producir amables o respetuosas del medio ambiente.

El asunto es que toda innovación que se produzca será motivo de “protección industrial” y de una patente que definirá su valor, en un mercado de las tecnologías que es nada competitivo. Las innovaciones dan lugar a un poder monopólico en el mercado.

Así que, si intentamos una visualización de la tendencia a largo plazo en materia de tecnología y medio ambiente humano, el régimen de las mercancías promoverá soluciones de mercado, con precio y costo para cada individuo. ¿De a cuánto el kilo de oxígeno?

Una esperanza posible es que las “nuevas generaciones” adopten actitudes y diseñen soluciones que eviten la catástrofe. Sin embargo, el desarrollo de una cultura ambiental, de respeto al medio ambiente humano, es un propósito que tiene décadas de estarse promoviendo sin mayores resultados.

De aquí al año 2050 hay espacio para influir en la forma de pensar y apreciar la vida de al menos dos generaciones. La lucha cultural tendría que plantearse el desafío de modificar las tendencias que están imponiendo las tecnologías digitales, orientadas a la abstracción y a la creación de mundos paralelos.

Regresar al mundo de la naturaleza, apreciar lo real por sobre lo virtual, es el camino para los individuos. Las corporaciones buscarán soluciones tecnológicas que les permitan seguir dominando la esfera de la producción.

El sistema educativo es el único recurso posible para orientar un cambio de mentalidades. Las escuelas debieran convertirse en un claro ejemplo de sana convivencia social y de un ejemplo de la mejor relación con el medio ambiente y la naturaleza. La experiencia con el Covid 19 ya está cambiando patrones de conducta; es el momento para impulsar un cambio de mentalidad en las nuevas generaciones. No hay tiempo que perder, antes de que Zuckerberg nos defina nuestro futuro en un medio ambiente artificial y viviendo a través de avatares.