Monterrey.- La forma en que se ha enfrentado la pandemia provocada por el Coronavirus Covid 19 a nivel global ha mostrado una falta de consenso, en estrategia, en recursos, vacunas, medicamentos, etcétera.
Después de meses de que los contagios han afectado a cientos de miles, todavía hay individuos y hasta grupos que rechazan la existencia del virus o su real amenaza para los seres humanos.
Se han presentado protestas en varios países en contra de las restricciones impuestas para reducir el riesgo de contagio. Enarbolando los derechos humanos hay resistencias a cumplir con las medidas mínimas de prevención.
¿Qué se puede decir de estos grupos o de este tipo de reacciones?
Podría argumentarse que la comunicación entre los gobiernos y la sociedad no ha sido lo efectiva como para crear una verdadera conciencia social en torno a los riesgos de contagio.
O bien, se podría decir que se trata de pequeños grupos o de individuos aislados con posturas sumamente individualistas y con falta de información y educación en salud.
La diversidad de posturas ante el manejo de la pandemia se ha manifestado también en la urgencia con la que algunos grupos plantean la reapertura de todo tipo de actividades, sin ponderar los riesgos de una reactivación de los contagios.
Claro es que la pérdida de empleos producto de la suspensión de actividades de todo tipo provoca que las familias padezcan la falta de ingresos para satisfacer las necesidades de subsistencia. Por ello se plantea a nivel internacional un ingreso básico universal que cubra las necesidades mínimas de sobrevivencia. Sobre esto también hay debate y falta de consensos.
Hasta sobre el uso del cubrebocas se ha generado debate. Lo de lavarse las manos con frecuencia no se ha rechazado, aunque hay comunidades en las que el agua corriente escasea. Tampoco la restricción de no tocarse la cara ha sido objeto de crítica o rechazo.
Las estrategias específicas del sector salud también han sido criticadas desde diversas perspectivas: algunas críticas señalan defectos o carencias y otras la influencia de los intereses económicos de las empresas farmacéuticas. Ahora se ha señalado que hay fundaciones (como la de Bill Gates y su esposa) que financian a la Organización Mundial de la Salud y que podrían estar influyendo en las políticas de la organización.
Un factor que puede estar influyendo en la falta de un consenso efectivo ante la pandemia es el manejo de la información en las redes sociales. Se reconoce que por allí circula de todo: información sustentada en evidencias, opiniones de expertos individuales, organizaciones sin fines de lucro, información falsa o manipulación sofista de la información.
Se dice que gracias a que ahora se dispone de recursos informáticos, con vasta capacidad de procesamiento de información, el tiempo para generar una vacuna se ha reducido sensiblemente, comparado con experiencias previas en el diseño de vacunas. Pero también sobre las vacunas en proceso de diseño y experimentación hay información u opiniones contradictorias.
Decir que la humanidad dispone ahora de vastos recursos informáticos y de conocimientos sobre los virus que afectan al ser humano, es válido hasta cierto punto. Las patentes y licencias industriales y comerciales impiden la libre circulación de la información e introducen el factor comercio y la ganancia en el tratamiento a la salud. Esto se ve favorecido por el predominio de la industria químico farmacéutica y su influencia en la formación de los médicos y en el modelo curativo que se ha impuesto en los últimos cien años, dejando de lado el enfoque preventivo y otras medicinas alternativas.
Lo más anticientífico y antihumanista es el planteamiento de que el problema se reduce a alcanzar la “inmunidad del rebaño”. El Primer Ministro de Inglaterra habría aceptado en principio esa estrategia, pero la rechazó cuando le señalaron que antes de alcanzar esa “inmunidad” podrían morir millones de ingleses.
Así que en plena era de la inteligencia artificial los seres humanos nos mostramos incapaces de establecer una base común de entendimiento y acción colectiva frente al Coronavirus. Y las estadísticas de contagios y defunciones aumentan cada día.
Lo que nos falta es desarrollar una inteligencia social no elitista. Una inteligencia social generalizada con base en la información validada, con criterios humanistas, al alcance y compartida por todos. No es como dicen, que se deben reunir las “mejores inteligencias”, no; se trata de desarrollar un fenómeno colectivo de entendimiento claro del problema y de la forma de eliminar los riesgos.
La sociedad inteligente sería aquella que comparte una visión y un enfoque a los problemas que enfrenta y que encuentra formas colectivas de manejo de los riesgos. La solidaridad sería una forma inteligente de actuar como comunidad de seres humanos. La prevalencia del individualismo es la negación de una inteligencia social.