GOMEZ12102020

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
La transición global
Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- La semana pasada se celebró en Suiza la reunión anual del Foro de Davos. Es un evento que reúne a jefes de estado y de gobierno (de “occidente”), a los empresarios más fuertes a nivel global y a los responsables de los organismos financieros internacionales. Se hace un balance de la situación en curso y se presentan estudios sobre las tendencias previsibles a corto y mediano plazo.

En los discursos de apertura se destacó la crisis por la que atraviesa la economía global. Entre las causas de esta crisis se señaló a la pandemia del covid-19 y a la guerra entre Rusia y Ucrania. Sin reconocer que la economía global ha estado dando tumbos desde el 2008.

Se planteó que se atraviesa por un periodo de grave inestabilidad en el comercio internacional y que se han roto los lazos que se había logrado tejer en las “cadenas de valor”. La visión a corto plazo es de preocupación y se pone en duda la sobrevivencia de la globalización financiera.
La visión verdaderamente crítica sobre la situación global la aportó la organización OXFAM. En un reporte dado a conocer por esta organización no lucrativa (“Beneficiarse del sufrimiento”) se destacó que: “los multimillonarios (más de mil millones en billetes verdes) se reúnen en Davos para celebrar el extraordinario aumento de sus fortunas. Para ellos, la pandemia, y ahora el astronómico aumento de los precios de alimentos y energía, han supuesto, sencillamente, un periodo de bonanza. Mientras, se ha producido un retroceso en la lucha contra la pobreza extrema y millones de personas enfrentan un aumento abrumador del costo de vida”.

La riqueza de esa élite (subraya OXFAM) “aumentó más durante los 24 primeros meses de la pandemia que durante los 23 años que transcurrieron entre 1987 y 2010. La riqueza total que actualmente acumulan los multimillonarios de todo el mundo equivale a 13.9 por ciento del producto interno bruto del planeta, habiéndose triplicado desde 2000, cuando suponía 4.4 por ciento”. Por otro lado, “cada 33 horas casi un millón de personas podría caer en la pobreza extrema en 2022, al mismo ritmo en el que la pandemia ha ido creando un nuevo multimillonario (uno cada 30 horas)”.

En Davos la élite “llora” por las crisis energética y alimentaria, pero Oxfam documenta que “las fortunas de los multimillonarios de esos sectores se han incrementado 453 mil millones de dólares en los pasados dos años (500 millones por día). Cinco de las principales empresas energéticas (BP, Shell, Total Energies, Exxon y Chevron) se embolsan en conjunto 2 mil 600 dólares en beneficios cada segundo. Hay 62 nuevos multimillonarios en el sector de la alimentación. Por ejemplo, Cargill controla 70 por ciento del mercado agrícola mundial, y sólo en ese núcleo familiar hay 12 multimillonarios (cuatro más que antes del covid-19)”.

“La pandemia ha creado 40 nuevos multimillonarios en el sector farmacéutico. Pfizer y Moderna “se embolsan mil dólares en beneficios cada segundo gracias a su monopolio sobre la vacuna contra el covid-19, a pesar de que para su desarrollo recibieron miles de millones de dólares de inversión pública, pero a los gobiernos les cobran hasta 24 veces más del costo potencial de producción de esas vacunas”.

Oxfam puntualiza: “las grandes fortunas no han aumentado porque ahora sean más inteligentes o trabajen más duro. Las personas más ricas han manipulado el sistema con total impunidad durante décadas y recogen los frutos. Se han embolsado una asombrosa parte de la riqueza mundial gracias a la privatización y los monopolios, aprovechando la desregulación y vulnerando los derechos de las personas trabajadoras mientras ocultan su dinero en paraísos fiscales, todo ello con la complicidad de los gobiernos”.

En este escenario global, las expectativas no son nada alentadoras. Aún y cuando se pusiera fin a la guerra en lo inmediato, las controversias y conflictos que propiciaron el conflicto bélico van a perdurar. El negocio de las armas y la postura expansionista de la OTAN han recreado el clima de la “guerra fría” de hace sesenta años, en el que ya no aparece un “régimen socialista soviético”, por un lado y “economías de libre mercado” por el otro. Se trata de una competencia entre economías nacionales con mercados regulados (en Occidente y en Oriente), por un lado y los intereses de los consorcios privados transnacionales por el otro.

Fuera del mundo de las “grandes potencias” y de los “grandes intereses”, para el resto de los países no se prevé una postura más razonable que la de buscar depender lo menos posible del mercado internacional. La denostada “sustitución de importaciones”, que funcionó para América Latina en las décadas de la posguerra, aparece de nuevo como una alternativa a la globalización neoliberal.

Así lo recomienda Mario Cimoli, el nuevo Secretario Ejecutivo de la CEPAL (organismo de las Naciones Unidas para la economía latinoamericana), quien señala que esta política es la que debe instrumentarse en América Latina y que ya la están aplicando incluso los propios Estados Unidos. El nacionalismo extremo de Trump se lo planteó de manera directa en su campaña presidencial y la política de “primero USA” la empezó a ejecutar en su gobierno.

Cimoli plantea que el mundo atraviesa un proceso de desglobalización acelerada y que no se debe seguir con los clichés del pasado. “El principal desafío para América Latina es percatarse del mundo que viene y de las nuevas variables: sustitución de importaciones, desarrollo fincado en la economía del conocimiento; inflación, dinero caro. Un escenario cambiante”.

Y agrega: “Se viene un Mundo más regionalizado y más especializado en tecnología y en el que el concepto de ‘soberanía productiva’ cobra especial relevancia”. El comercio era el motor del crecimiento y ese motor cambió hacia el sector tecnológico.

Para los gobiernos de los Estados Unidos el argumento de la seguridad nacional siempre ha sido válido para tomar decisiones unilaterales; sin importar si es algo recomendable desde la política económica ortodoxa neoliberal. Así lo hacen las otras potencias en cuanto perciben el riesgo de depender de otros países y gobiernos. La crisis del petróleo en los años setenta, ocasionada por el embargo petrolero de la OPEP, causó estragos en los países que no producían petróleo y determinó que tenían que buscar con urgencia fuentes alternativas de petróleo y de energía. La actual guerra Rusia-Ucrania sorprendió a Alemania y a otros países europeos en una condición de dependencia respecto del gas y el petróleo rusos.

Para América Latina y para México, en lo particular, el camino en lo inmediato es reducir su dependencia del exterior en materia de energéticos (dejar de importar gasolinas y aprovechar la energía solar), alentar la autosuficiencia en alimentos de consumo básico, producir fertilizantes no riesgosos para los suelos y el medio ambiente; mejorar el abasto de agua potable para todas las comunidades y evitar la privatización de su manejo. Es urgente estimular una política de ciencia y tecnología para desarrollar conocimientos y tecnologías y soluciones propias, que sostengan la autodeterminación en los sistemas de comunicaciones, transportes, medicamentos y tecnologías de la información. Y crear una base sólida en la educación para la formación integral (ciencia, cultura, humanismo) de los niños y jóvenes.

Queda aún el problema de la pobreza y el de la desigualdad. México es uno de los países más desiguales en el Mundo y la pobreza, como en otros muchos países, afecta a un alto porcentaje de la población. Sin una política de autodeterminación en los factores estratégicos, menos posibilidades habrá de atenuar los efectos dañinos de estas realidades.