Monterrey.- En la Revista Finanzas y Desarrollo, en la edición de este mes de septiembre, el profesor Ian Goldin, de la Universidad de Oxford, plantea la cuestión de que para enfrentar en el futuro las crisis sistémicas, –financieras, de salud, cambio climático– se requiere la colaboración internacional y el fortalecimiento de las instituciones multilaterales. Sin duda, nada más deseable.
Sin embargo, el lamentable papel de la Organización Mundial de la Salud, ante la crisis del COVID 19, es el resultado de un debilitamiento progresivo del sistema de Naciones Unidas. Los países poderosos han creado mecanismos de consulta entre ellos mismos, para evitar someter los asuntos globales críticos a una Asamblea de las Naciones Unidas, en la que los países pobres y los “en desarrollo” tienen la capacidad de un voto con el mismo peso que el de los países ricos.
La Organización Mundial del Comercio es otro organismo multilateral que ha quedado al margen del proceso que debiera regular. Con los conflictos comerciales en los que los Estados Unidos ha participado en los años de Trump, la OMC simplemente ha sido hecha a un lado.
Junto con los gobiernos de los países poderosos económica y militarmente, las grandes empresas transnacionales también han actuado al margen de los organismos multilaterales y por encima de los gobiernos nacionales. Amazon Web Services y Google Cloud son ahora una infraestructura financiera de importancia sistémica. Amazon Marketplace es crucial para el comercio. Facebook se ha convertido en un sistema dominante.
El poder de estas empresas y su operación global dificulta hasta la aplicación de impuestos nacionales a sus actividades. México empezará a grabar o intentará grabar la operación de las plataformas digitales a partir de 2021.
El profesor Goldin considera que la globalización es un proceso irreversible y que los riesgos sistémicos, consustanciales a la globalización, hacen indispensable desarrollar respuestas globales y pensar en el largo plazo.
Sin embargo –habría que señalar– que es el modelo de desarrollo impuesto por el capitalismo neoliberal el que hace prevalecer el razonamiento de corto plazo y la no regulación de las actividades económicas por parte de los gobiernos. La globalización neoliberal reclamó la máxima libertad para la movilidad comercial y de capitales. Y todo iba bien, hasta que China empezó a tener un peso específico en el comercio mundial y en los flujos financieros y hasta que los Estados Unidos se encontraron en situación de desventaja. Como Inglaterra con respecto a Europa. O Japón y su entorno asiático.
En medio de la crisis de la economía globalizada se desató la pandemia, como otro fenómeno global, sin que los organismos multilaterales, ni los mecanismos de “consulta” utilizados por los países poderosos, asumieran una iniciativa coordinada de contención del virus Covid 19.
A pesar del enorme costo humano de la pandemia no hay todavía ninguna iniciativa para coordinar esfuerzos a nivel internacional.
La esperanza de disponer de una vacuna efectiva también se enfrenta a los intereses económicos en competencia de las transnacionales farmacéuticas. Allí también hay acusaciones de que la OMS se alinea con los intereses de algunas de estas empresas o de donantes de fundaciones como Bill Gates.
La privatización a ultranza de las actividades productivas y sociales del capitalismo neoliberal es la que explica el debilitamiento estructural de los sistemas públicos de salud, de alimentación, de educación. En el modelo de salud vigente, la prevención y la higiene pública se han dejado de lado, privilegiando el enfoque curativo, como negocio a corto plazo.
¿Cómo otorgarle peso a las instituciones multilaterales, si gobiernos nacionales –como el de Trump– toman decisiones unilateralmente: restándole recursos a la OMS; o no reconociendo la acción de la Corte Internacional, por ejemplo. Sin que haya autoridad posible que actúe como contrapeso.
“Nuestros sistemas financieros, digitales, comerciales y otros, señala el profesor Ian Goldin están entrelazados a través de redes complejas. Los nodos y puntos de conexión están concentrados en lugares determinados, tales como centros financieros mundiales y grandes puertos y aeropuertos. La concentración de nodos logísticos y de otro tipo en una sola ubicación los vuelve vulnerables, al igual que la concentración de personal e información clave en los edificios centrales”. Recordar el aeropuerto de Texcoco.
Los riesgos inherentes al modelo global actual son muy elevados. El uso de las redes y recursos digitales para dañar o afectar la operación de sistemas cibernéticos es de altísimo peligro.
“No hay una organización mundial importante que trabaje en temas de ciberdelincuencia, aun cuando un solo virus informático, como WannaCry o NotPetya producido ya sea por agencias estatales organizadas o por un lobo solitario— puede propagarse por el mundo y causar daños por miles de millones de dólares en pocos días”.
La globalización económica neoliberal acabó con toda posibilidad de un esquema colaborativo mundial. El interés económico de las empresas prevalece por encima de los gobiernos y de las necesidades de la población.
“Como siempre, la próxima crisis no coincidirá con nuestros viejos mapas mentales; para estar preparados, es vital crear alianzas con quienes entiendan el nuevo contexto. Pero el sector privado no siempre es benévolo, y necesitamos reguladores independientes capaces de controlar el poder creciente de las empresas “superestrellas”. Así concluye el profesor de Oxford.
Lo que se requiere es un nuevo modelo de desarrollo; en el que el interés público y las necesidades de los seres humanos sean la prioridad más alta. La globalización neoliberal fracasó.