Monterrey. El año pasado se celebró una cumbre mundial para revisar la situación del calentamiento del planeta y ratificar el compromiso de los líderes políticos de las potencias de aportar soluciones a esa grave amenaza.
Entre la abundante información que se divulga en torno a este tipo de eventos al final no quedó claro si hay acuerdo sobre una estrategia viable y si el riesgo se va a lograr eliminar.
Hace unos días, en su columna “Economía Moral” (La Jornada), Julio Boltvinik planteaba su compromiso en poner atención a este tema y compartió información generada en uno de los grupos de científicos que están trabajando en el problema.
El Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) es el encargado de analizar, desde 1990, los impactos del cambio climático. Desde ese año hasta ahora, no ha ocurrido otra cosa que un aumento en las emisiones y en los efectos colaterales negativos.
No paran de sucederse récords de temperatura, como el de Canadá, donde se batió el registro anterior, durante tres días consecutivos, para llegar a cinco grados más de golpe, muy cerca de los 50ºC. También están ocurriendo inundaciones fuera de lógica, como las de Alemania, Bélgica o China, con cientos de desaparecidos y víctimas mortales, y por supuesto enormes daños económicos, además de tremendos incendios en buena parte del planeta.
Destaca también la expansión de algunas actividades económicas intensivas en emisiones, como es la aviación, que entre 2010 y 2020 aumentó un 28,5%. Es tan significativa la contaminación generada por esta industria, que la cancelación de numerosos vuelos durante la pandemia se tradujo en una reducción de la contaminación en la atmósfera.
La Agencia Europea del Medio Ambiente ha establecido que la preservación del medio ambiente no es compatible con el crecimiento económico. Este planteamiento es de la mayor trascendencia, ya que señala como causa central al modelo económico. También incide en que las medidas para conseguir reducciones tienen que ser cambios de comportamiento social: menos transporte, relocalización del trabajo, dieta más vegetariana, etc.
Nature, una de las revistas académicas de mayor prestigio del mundo, ha publicado estudios evidenciando que la única “solución”, tanto para la transición energética como para la emergencia climática, pasa por aceptar que seguir creciendo sin causar más daño es obviamente imposible. En consecuencia, hay que planificar una estabilización y/o un decrecimiento de la esfera material. Repartir para vivir bien, pero dentro de los límites.
Conviene hacer un poco de historia. En 1970, una asociación privada compuesta por empresarios, científicos y políticos (que se conoció como Club de Roma) se planteó ciertas preguntas. ¿Hay un límite al crecimiento?; ¿hasta qué grado podemos seguir consumiendo como hasta ahora?; ¿existe una barrera imposible de atravesar? Para buscar una respuesta, el Club de Roma encargó a un grupo de investigadores del Massachusetts Institute of Technology (MIT), la realización de un estudio, bajo la dirección del profesor Dennis L. Meadows. Los resultados fueron publicados, en marzo de 1972, bajo el título “Los Límites del Crecimiento”.
En los años 70 la preocupación del Club de Roma era que los recursos físicos del planeta no alcanzarían a cubrir las necesidades de una población global en rápido crecimiento. En esos años, en la agenda internacional apareció la preocupación por la contaminación del medio ambiente y la depredación de los recursos naturales.
Se planteó, en aquel entonces, que la innovación tecnológica contribuiría a resolver los desafíos de la producción de bienes y servicios, para satisfacer las necesidades de la población mundial, así como para una explotación adecuada de los recursos naturales. Esto no ha sucedido.
Los desarrollos tecnológicos logrados hasta la fecha, que permiten mejoras en la eficiencia productiva y el cambio hacia fuentes de energía bajas en emisiones, no son suficientes.
El IPCC estima que, para mantener el clima de la Tierra en el rango de calor razonable, no habría que construir ninguna nueva planta de carbón o gas, y las actuales deberían reducir su vida útil, que es típicamente de más de 30 años, a alrededor de 10 años.
“El cambio tecnológico implementado hasta ahora a nivel global no es suficiente para alcanzar los objetivos climáticos ni de desarrollo. Desde 2010 el coste de las tecnologías renovables ha disminuido por encima de las expectativas (especialmente la solar -87%, y las baterías -85%), pero en total, solar y eólica representan el 7% del suministro eléctrico.” Los avances esperados en otras tecnologías, como la de captura y secuestro de carbono, la energía nuclear y la CDR (eliminación de dióxido de carbono) han sido mucho menos esperanzadores.
“El crecimiento del consumo de energía y de materiales es la causa principal del incremento de Gases de Efecto Invernadero (GEI)”.
Cincuenta años después del estudio del Club de Roma, ya hay una respuesta a sus preguntas: el crecimiento económico y la explotación de los recursos naturales sí tienen un límite, y estamos muy cerca de alcanzarlo, por el impacto que el sistema productivo está causando en el planeta.
Los efectos del cambio climático son cada vez más evidentes.