Monterrey.- En la actualidad, la escuela se encuentra en el centro de un debate crucial que exige una profunda reflexión y acción. No basta con reconocer que la tecnología está transformando el mundo; es imprescindible prepararnos para transformar nuestras escuelas con la tecnología. En este sentido, urge desarrollar propuestas que potencien las capacidades de maestros y alumnos mediante el uso de computadoras e inteligencia artificial.
Debemos reconocer que la mayoría de las escuelas de educación básica siguen un modelo arcaico, diseñado hace dos siglos para la Revolución Industrial. Este modelo, pensado para producir mano de obra capaz de realizar tareas simples y repetitivas, organiza a los alumnos en filas ordenadas, donde memorizan textos y conceptos dictados por el maestro en silencio. Se les instruye a levantar la mano si desean hablar o preguntar algo. Esta educación militarizada se orienta a la formación de un tipo de estudiante que encajaría dócilmente en trabajos de producción en serie o maquiladoras.
Hoy, los ordenadores están gestando una nueva revolución en las aulas, y debemos estar preparados para comprender su trascendencia, ventajas y posibles peligros. Las revoluciones tecnológicas en la educación no son un fenómeno nuevo. Un análisis histórico de la cultura nos ayuda a entender mejor este proceso.
Hace cinco milenios, en el 3,000 a.C., la invención de la escritura en Mesopotamia permitió a la humanidad transferir el conocimiento a través del espacio y del tiempo. Incluso antes, los grabados en las paredes de las cuevas ya evidenciaban un intento de comunicación y registro. Sin embargo fueron los sumerios quienes nos legaron una forma organizada de escribir sobre diversos temas, lo que permitió la transmisión del conocimiento a lo largo del tiempo.
Sin embargo, dos milenios después, Sócrates, citado por Platón en "Fedro", advertía que la escritura (la tecnología de entonces) debilitaría nuestra capacidad de memorizar y nos alejaría de la verdad auténtica. En Fedro, cuando se presentó la escritura al rey Themus como un medio para ayudar a la memoria, el monarca expresó dudas, afirmando que la gente dejaría de ejercitar su memoria.
Dos milenios después de Sócrates, la imprenta revolucionó la producción de libros, que hasta entonces se realizaba a mano. Al abaratar los costos, la imprenta democratizó el acceso a la cultura, acelerando la producción y difusión de textos. Esto desencadenó un progreso significativo que culminó en la Primera Revolución Científica, base de la Primera Revolución Industrial.
En conclusión, las revoluciones tecnológicas en la educación han sido constantes a lo largo de la historia, y la irrupción de la inteligencia artificial (IA) no es una excepción. Debemos estar preparados para aprovechar sus ventajas y mitigar sus riesgos, transformando nuestras escuelas para que formen estudiantes capaces de enfrentar los desafíos del futuro.
Pero este es motivo de otro análisis.