PEREZ18052020

La vida en las aulas de mi país
José Ángel Pérez

Monterrey.- Cada mañana, hasta antes del 20 de marzo, miles de niños mexicanos se despedían de sus seres queridos con un beso, cargando una mochila y una lonchera se dirigían a pasar buena parte del día en la escuela. De repente, ¡todo se interrumpió!

     Aunque muchos asocian la vida en las aulas sólo como un lugar donde se enseña lenguaje, matemáticas, ciencias, deportes y algunas otras disciplinas; la escuela es algo más, es un lugar especial y único, donde se aprueban o reprueban exámenes, en donde se adquieren destrezas y actitudes, donde suceden cosas divertidas. La escuela es un recinto en el que los niños se sientan, escuchan, levantan la mano, participan en debates, juegan, se aburren, encuentran amigos y “enemigos”. En la escuela se forman filas para entrar a clase. La escuela es un lugar donde se juega a la hora del recreo, donde se pagan cuotas, se compran uniformes, también en la escuela se “soportan” llamadas de atención de algunos directores, prefectos y profesores.

     La escuela es el recinto, después de la casa, donde los niños y jóvenes pasan la mayor parte de su vida, una sexta parte del año aproximadamente. El tiempo restante duerme, juega en el parque, resuelve tareas, practica algún deporte y algunas otras actividades.

     Aparte del juego y el sueño, no existe otra actividad que ocupe más tiempo en el niño que la asistencia a la escuela. En la escuela, el niño aprende a vivir, aprende a luchar, comprende que la unión hace la fuerza. En la escuela aprende a amar a sus maestros, maestras y a sus compañeros, también aprende a defenderse de las “agresiones”. Aprende a tomar decisiones por sí mismo en las que la madre o el padre no están presentes.

     En muchas escuelas de mi país, los estudiantes asesorados presencialmente por sus maestros, aprenden a observar, a experimentar, a construir modelos, a resolver problemas de matemáticas, física, química y biología; a comprender la importancia de la historia, a recrearse con el arte, a desarrollar destrezas y habilidades para la danza y los deportes. En la escuela se aprende a expresar por escrito y en forma verbal.

     Esta escuela es la que extrañan los niños, los jóvenes, los padres y los maestros. Y es que la vida en las aulas no se puede sustituir.

     Los maestros y los encargados de dirigir la educación debemos aprovechar estos tiempos de confinamiento para rediseñar la vida en las aulas, generar las condiciones para recibir a nuestros estudiantes, cuando la pandemia se haya erradicado, con ambientes y materiales didácticos que los hagan valorar lo que esta les arrebató por algunos meses.