Foto: Pablo Cuéllar
Cuando Élmer Mendoza publicaba en su natal Culiacán, Sinaloa, donde nació en 1949, sus primeros libros de cuentos (Mucho qué reconocer, 1978; Quiero contar las huellas de una tarde en la arena, 1984; Cuentos para militantes conversos, 1987; Trancapalanca, 1989 y El amor es un perro sin dueño, 1992, la violencia —un tema recurrente en su obra— todavía no se enseñoreaba en el país. Después a Élmer le dio por beberse a los clásicos de la ficción policiaca —Dashiell Hammett, Leonardo Sciascia, Raymond Chandler— y más tarde, como una estampida de la narrativa norteña, llegaron las novelas: Un asesino solitario (1999), El amante de Janis Joplin (2001); Efecto Tequila (2004); Balas de plata (2008), Cóbraselos caro (2006), Balas de plata (2011), La prueba del ácido (2011), Asesinato en el Parque Sinaloa (2017). Y con ellas los premios, los viajes y una distribución mayor para sus libros.
Lector en su infancia y adolescencia de novelas de empistolados, cómics, Selecciones de Readers Digest y Corín Tellado, un día descubrió que la poesía de Antonio Machado, Pablo Neruda y Joan Manuel Serrat le querían decir algo. Lo mismo le pasó cuando por accidente, hace casi medio siglo, descubrió a Julio Verne y a Miguel de Cervantes. Por lo regular sus temas ponen el acento en la violencia fronteriza. Será porque desde chico el narcotráfico adquiere presencia cotidiana en el entorno en el que el autor traza los hilos de sus personajes. “Desde que me acuerdo he escuchado hablar del tema, he oído cosas buenas, cosas malas, los mitos; he visto que es parte de los sueños de los jóvenes, de las preocupaciones de los viejos, del placer de los policías…”, le dijo Élmer a Miguel A. Cabañas, investigador de Michigan State University.
Dice la leyenda que un día, Leonor, esposa del narrador culiche, arrojó al retrete un klínex con maquillaje. El efecto del labial al dispersarse en el agua impactó al escritor. De ahí surgió Firmado con un klínex (Tusquets, 2009). Trece relatos en los que hay parejas entregándose en cuerpo y alma a su aniquilamiento, extraterrestres, mujeres suicidas, viajes, sectas, pachangas de escritores en las que los diálogos son párrafos de sus novelas, cuentos o poemas.
Por las páginas de La prueba del ácido se atraviesa un policía enamorado, un súper político dispuesto a todo con tal de ser gobernador, un boxeador ávido de triunfo, un psicópata que encuentra placer en mutilar los pezones de sus víctimas, un ex presidente del gabacho de cacería en México, la guerra declarada al narco, todo esto aderezado con carne asada y tragos de todos los calibres. Encontramos también a un Zurdo Mendieta fastidiado, deprimido a ratos, incluso al borde suicidio.
¿Hay una literatura hecha por Los Bárbaros del Norte, en la que estarían tú, David Toscana y Eduardo Antonio Parra?
Claro que la hay, podemos entrar sin complejos en esa clasificación y en varias más. Hemos convertido la cerveza y la carne asada en metáfora; la muerte, el sueño y el amor en atmósferas narrativas; la gestualidad, la identidad y las pelotas en diálogos. Hemos hecho de la ficción realidad para que aprendan a beber aguardiente. Hemos puesto las bicicletas para que todo mundo deje de temer al colesterol y al cáncer de mama. ¿Por qué habríamos de seguir con una vida de perseguidos? Además, ser bárbaro en un país de tantos agachados es chilo (así se dice acá), ¿a poco no?
¿Cuáles serían los parámetros y características de ese bagaje norteño?
Posee el poder de las hablas. Se sustenta en una poderosa oralidad antigua y moderna. Los hablantes no se guardan nada. Son hábiles en la gestualidad. Hay un lenguaje, una mezcla; anglicismos, indigenismos y adaptaciones: no sé de qué otra manera pudiéramos llamar suera para suéter y files para campos. Hay una intención detrás, una rebeldía; igual insistimos en llamar plebes a los niños y bichis a los desnudistas. Ahora son parte del discurso literario. Está con madre esta pregunta; a toda madre.
Hay un relato en tu libro Firmado con un kleenex, casi al final, que es un tributo a tus amigos escritores, ¿no?
Es “La fiesta”. En efecto, mis compas son mis guías en la bondad y en la perversidad. Ellas y ellos siempre están cerca y no los olvido; entonces, cuando decido jugar son ellos con los que hago los equipos; aparte, siempre me dejan batear primero, incluso me tiran rectas al centro para que pegue jonrones y cuando estoy en el jardín izquierdo batean globos que puedo atrapar sin problemas. Luego, cuando la vida nos separa y pasan meses sin vernos, basta un guiño y todos estamos en una fiesta donde no falta nada.
¿Si éste no es un libro por encargo, ¿qué te propusiste hacer?
¿Por encargo? Qué daría yo por hacer un libro por encargo. Por favor, señores que publican libros encargados, ¿no han pensado en mí? ¿No quieren contar sus fantasías? Porque no creo que quieran contar sus verdades. He tirado un par de anzuelos a los peces gordos pero los han eludido los muy malditos. En este libro quise jugar. Dejar salir muestras de textos. No podría hacer lo que Italo Calvino, es demasiado previsible; deseaba mostrar un par de cartas, compartir con mis lectores una sombra de lo que pudiera venir. Hay cuentos y también relatos, pero al final, no importa, ya ves cómo el asunto de los géneros dejó de ser determinante para un creador que se interesa por todo.
¿Las dudas de El Zurdo Mendieta en La prueba del ácido son compartidas por Élmer Mendoza o se trata sólo de una estrategia narrativa?
Comparto dudas, pero deben funcionar como estrategia narrativa. La novela que toca la parte de la realidad que duele, exige un autor comprometido, pero con la capacidad de desaparecer bajo un discurso producto de una búsqueda constante de contar las historias con impacto.
¿Aprendes de tus maestros escritores o los tiras a lucas?
Escribo rodeado de libros, algunos abiertos, de mis maestros. Cuando no puedo inventar algo interesante, cuando menos para mí, los leo, converso con sus páginas, y a veces encuentro lo que busco. También recuerdo conversaciones con Fernando del Paso, Rubem Fonseca, José Saramago y ahora también con José Emilio Pacheco; como ves, puro bateador arriba de 400 y el pitcher con un cambio de velocidad hacia adentro y una recta de 103 millas que hasta a A-Rod (Alex Rodríguez), le tiemblan las corvas.
En un encuentro de Ciudad Juárez había personas que ya no quieren saber nada de la temática del narco en la literatura, ¿qué piensas?
Es lo que pidió el presidente Calderón y me parece que un sector grande la población también lo prefiere; sólo que, no han hecho suficiente para controlar la delincuencia. Desde luego que no seguiré esas indicaciones como línea creativa. Los que hacemos una literatura social y los que trabajan otros temas, somos libres de escribir lo que nos dé la gana. Claro, también de hartarnos. Todos pueden vivir estos momentos como mejor les acomode. Yo y algunos otros, estamos interesados en señalar ciertas debilidades para que los encargados de impartir justicia encuentren la manera de lograr un país pacífico.
¿Te gusta la fama o te asusta? ¿Te dejas apapachar por ella o le sacas la vuelta?
La fama me encanta. Tiene la suficiente dulzura mezclada con bastante terror, que no te queda más que vivir como si no ocurriera. Cuando la extraño salgo de casa y me dejo apapachar. Cuando me agobia cierro puertas y ventanas y trato de mantener un equilibrio. Creo que mi mujer contrata actores para que cuando salga me digan: “Qué buen libro, don Pedro Páramo, ¿cuándo sale el siguiente?”, entonces anuncio Noticias del Imperio o Cien años de soledad.
¿Qué piensas del corrido “La Granja”, un éxito de Los Tigres del Norte? ¿Te parece una crónica de la vida real?
Es lindo. Todavía no comprendo muchos de sus símbolos, ¿quiénes son los gorditos? Aunque el gavilán pollero se ve claro. El video es genial. Como siempre la música es precisa y Los Tigres son expertos en contar circunstancias complejas en tres minutos. Lo hacen muy bien, lástima que los censores no evolucionen. Van contra un corrido y se olvidan de la realidad, cuando la deberían tratar de cambiar.
¿El narco tiene cuerda para rato como tema literario?
Apenas empezamos. Me parece que ocurre ahora una exploración intensa de este territorio narrativo del que sacaremos muchas de las historias de esta época. Lo mejor es que no sólo lo están trabajando los norteños. Escritores jóvenes de calibre mayor están escribiendo y nadie podrá ignorarnos con el criterio estúpido de que escribimos sobre la realidad o la violencia.
¿Qué opinión tienes de la violencia que ha padecido y padece el país?
Me preocupa. Cuando la violencia se enseñorea es un indicador de que hay imbéciles en exceso. Sólo un ignorante de la situación de los factores de violencia en nuestro país puede declarar una guerra sin sentido. México requiere diseños acordes con su situación concreta para resolver la violencia desatada. Han soltado al monstruo, más de 15 mil muertos no nos dejan mentir. No esperemos a que el último delincuente acribille al último placa. Urge una política de acuerdos.
¿Andas muy activo, a qué hora escribes y en qué proyectos literarios estás metido?
De fijo, escribo en la madrugada casi todos los días. En mi laptop. En cualquier lugar: cafetín, aeropuerto, avión, hotel y desde luego en mi estudio. Hay días muy intensos de entrevistas en que apenas resisto la presión y suspendo. En cuanto puedo vuelvo. Al fin creo que es lo que me mantiene coherente y en paz con mi forma de vida.
¿Qué recuerdas de los días en que eras feliz e indocumentado? Es decir, cuando tus libros eran publicados por editoriales independientes o por universidades y la fama no insistía en derribar tu puerta?
Era otra vida; sin embargo, confieso que desde que me asumí escritor como destino, pretendo tres cosas: que mi prosa sea una marca en la historia de la literatura, tener más dinero y fama. Más o menos así se lo planteé a Aurelio Major, mi primer editor. De vez en cuando, personas de mucha confianza, me dicen que algo he avanzado, y aunque tiemblo un poco me da ánimo para continuar escribiendo.
¿Qué te molesta de tus personajes o de ti mismo?
No padezco esas neurosis. Cuando los estoy creando vivo el proceso de muchas maneras, pero nunca de molestia. En cuanto a mí, estoy bien conmigo.
¿Chateas, blogeas, twiteas?
Nada de lo que mencionas.
*La entrevista con Elmer Mendoza se diseñó para publicarse en fechas posteriores a la edición de Firmado con un klínex; se programó varias veces en la revista Milenio Semanal; por una u otra causa permanece inédita, hasta que la revista desapareció. Durante el encuentro de Escritores Letras del Bravo, realizado en Ciudad Juárez en septiembre de 2010, le entregué al autor de El amante de Janis Joplin y Balas de plata una copia del original formateado. “Está chingona”, comentó sin dejar de reír. Cuando apareció La prueba del ácido le envié otro cuestionario y la entrevista siguió madurando.
** Ecritor, periodista y editor. Su libro más reciente.: Las edades terrestres (poesía, 2016). Es parte del equipo de www.radiital.com. Dirige la revista Armas y Letras de la UANL y el Centro de Escritores de Nuevo León. m.cuellar@radiital.com
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