GOMEZ12102020

La época del neogloberismo
Víctor Vela

¡Adiós pueblo globero!
(Expresión popular de burla, dirigida a una ciudadanía fácil de distraer.)

Monterrey.- Dos noticias llamaron la atención entre los regiomontanos durante la semana pasada: una fue la de los actos vandálicos al Palacio de Gobierno Estatal suscitados en la movilización feminista; y la otra se armó por la amenaza de un ataque a varias preparatorias de la UANL, originada y propagada, por una supuesta denuncia contra un estudiante al acosar a una alumna. Ante estos hechos los medios de comunicación locales, ahora enlazados con las redes sociales regionales, se aprovecharon para enfatizar en actos de desprestigio al movimiento de las mujeres, a nivel nacional, sin considerar su excepcional trascendencia en la vida política mexicana, al estar por encima de toda ideología y/o sistema de partidos.

El asunto de la falta de agua, que hoy amerita considerarse con urgencia para Monterrey y su área metropolitana, también se ha venido tratando de una manera ligera y claramente sesgada por parte de los medios. Un ejemplo de distractor mediático lo tenemos con la estrategia del gobierno estatal, consistente en aumentar las tarifas como medida para hacer reducir el consumo de agua en los hogares; por ningún motivo se da a conocer que buena parte del agua de esta ciudad la absorben las industrias que, aparte de no saber si se apegan o no a las normas ambientales establecidas, por su naturaleza están indebidamente ubicadas en una región limitada en cuanto a fuentes de abasto del vital líquido.

Se sabe por tradición que la expresión pueblo globero, aplica peyorativamente para señalar a una multitud de ciudadanos a la cual , deliberadamente, es fácil distraer su atención en un gobierno autoritario, como lo fue en México durante el porfiriato; si alguien se atrevía a pronunciar públicamente algún discurso en cuyo contenido asomara la verdad, en lugar de hacer frente directo al mensajero, se acudía a la táctica de lanzar globos, para distraer a la audiencia.

A fines del siglo antepasado, llegaban, hasta mi natal General Treviño, Nuevo León, anécdotas adaptables a las conductas pueblerinas que, para muchos citadinos, en todo tiempo han sido calificadas como burdas pero muy sabias. Nos contaban los abuelos lo sucedido en un pueblo típico, al cual una vez lo visitaron dos aventureros que se asentaron en la plaza principal: uno de ellos se puso a lanzar pausadamente lotes de globos, que pronto llamaron la atención a la totalidad de los pobladores, mismos que en seguida acudieron al lugar, masivamente, a ver el origen del inusual acontecimiento; el otro forastero se aprovechó de la situación para saquear las solitarias casas, llevándose una considerable cantidad de los objetos más valiosos propiedad de aquellos espectadores distraídos por la colorida nube. La duración del espectáculo fue suficiente para que los armadores del trinquete tuvieran tiempo de reunirse en la entrada del lugar y emprender luego la graciosa y veloz huida, no sin antes colocar una gran manta que decía: adiós pueblo globero.

Desde sus orígenes, los medios de información, como parte del poder y del dinero, estuvieron permanentemente en posibilidades de distraer a la opinión pública de aquellas noticias que arriesgaran a los privilegiados y sus intereses creados, usando como excusa el hecho de estar ejerciendo la libertad de expresión. Aún en los nuevos tiempos, los comunicadores de oficio se empeñan en seguir prácticas distractoras de comunicación, con la intención de opacar a todo periodismo independiente que pugne verdaderamente por contextualizar la vida nacional en un ambiente de franca transformación.

Gracias a los avances tecnológicos en materia de comunicación, ciertos negocios de la propagación informativa de los últimos lustros fueron perdiendo prestigio, sobre todo aquellos empeñados en seguir practicando las perversidades ante un público mejor comunicado y cada vez más exigente. De manera transitoria, a través de las redes sociales, se pudo lograr indagar con audacia los comunicados relevantes y evitar la difusión de distractores y notas falsas.

Pero la propensión a sesgar la realidad no ha dejado de estar implícita en la industria de la comunicación mexicana en todas sus formas; y con el auge económico alcanzado al coludirse con el poder, los medios masivos de comunicación pudieron con facilidad adaptarse, con creces, a la modernización informativa. Es decir, la proliferación de espacios abiertos a todo tipo de periodismo representó una ventana potenciada de oportunidades para ocultar la verdad ágilmente; o sea, estamos viviendo un momento histórico –caracterizado por la sofisticada forma para crear distractores–, que esperamos superar en breve, sin dejar de marcarlo como el de ¡la época del neogloberismo!