Acudió presurosa a la coordinación médica. Allí, una empleada discutía con el coordinador que no era su culpa que la otra empleada no hubiera venido y que ella no iba a hacer, por ningún motivo, el trabajo de las dos, que a ver el jefe cómo le hacía.
La maestra aquella solicitó papel sanitario, argumentando que no había, y la mandaron a la coordinación de la clínica, situada en la parte de atrás del caluroso edificio.
Allí la secretaria de la coordinadora discutía con otra empleada que recién se integraba al trabajo ese día, diciendo que ella sólo respondería llamadas, tomaría notas y haría mandados, que ella no iba a manejar “el sistema” de la computadora, porque no sabía; y tampoco le interesaba aprender, así había quedado con la jefa.
La maestra aquella, ya con dolor de vientre, solicitó de nuevo papel sanitario y le dijeron que hablara con el intendente en turno, que andaba por allí. La maestra aquella, ya apretando el esfínter, salió encabronadísima y echando madres.
Me ve (yo acababa de poner una queja por escrito por la falta de medicamento, a ver si así “pega el chicle” y me lo entregan de una vez por todas) y me dice que aquello no era posible, que cómo una persona que vino a consulta tenía que hacer eso de solicitar el papel, que nada más faltaba que ella lo instalara; y estalló contra el “peladito” que barría, diciendo que era su obligación dotar con papel los sanitarios. El “conserjucho”, lleno de soberbia, entró al sanitario de varones, tomó un montón de papel y se lo quiso entregar a la maestra...
“¿Se lavó las manos.? ¡Cómo se atreve a darme un papel con las manos sucias, límpiese usted con él...”. La respuesta del empoderado de la limpieza nos dejó atónitos: “Como usted guste maestra, y no tiene por qué enojarse, lo qué pasa es que el rollo para los baños llega hasta las nueve...”
He aquí la calidez, calidad y mejora del servicio médico de la Sección 50.