GOMEZ12102020

LAS CRÓNICAS DEL DIABLO
Abril 2019 - En el cruce de Cuauhtémoc y Colón
Aureo Salas

Monterrey.- Caminar y caminar. Como judío errante, aunque a Ausero no le fue muy bien con el regaño, condenado a gastarse los zapatos más que ningún otro. Arrepentido de su eterno andar por el mundo… Varias veces me he cruzado con él, un pobre diablo que estuvo en el lugar y momento correcto. Pero por cosas que ni los humanos entienden, lo embarras todo con tus procederes y sufres las consecuencias. Así vago por esta ciudad tan ruidosa, aunque no con tanta suerte como la del errante.

     Soy el Diablo y me gusta pasear por la ciudad, éstas son mis crónicas.

     Llevo casi una hora detenido en el cruce de estas avenidas, bajo la fría sombra de la estructura del metro. La humedad y la basura en el deteriorado asfalto le dan un aspecto relajado. Hay olores de perfumes nauseabundos y escabrosos. Es un lugar deprimente, me extraña que no lo utilice la gente para hacer un revés en la vida, el mal llamado escape por la puerta falsa. Pagas cuatro cincuenta, subes las escaleras de la estación Cuauhtémoc y te avientas desde allá arriba para chocar con el pavimento y ser aplastado por un camión. Poético…

     El semáforo se pone verde y comienza el pitadero de claxons, soñando que pueden pasar unos encima de otros, en las dos avenidas sucede, como si turnaran su desaliento. Me encantan esas falsas esperanzas, esas injurias de automovilista desesperado que, a pesar de venir muy atrás, piensa que le ganará al semáforo atosigando con sus bocinazos al de adelante. Ya luego le apurarán con las bocinas, porque quedó justo delante de todos, y gritará improperios contra la desesperación del resto… ¡Sublime! Este lugar es perfecto, una silla de playa, una copa de vino, música de Agustín Lara y vénganos tu reino.

     Y en la misma esquina, un niño llorando completa la estampa de aquella zona tan especial, un niño que llora a moco tendido y que se sienta en la banqueta. Un hombre se le acerca, el hombre está preocupado, se ve que no le conoce, pero aun así sonríe.

     —¿Te pasó algo? —dijo el improvisado samaritano.

     —¡Todo el rato! —se agitó el niño— ¡Todo el rato ayudándole a mamá en el puesto, para que me diera dinero y comprar un spinner de Batman! Voy, lo compro y lo guardo ¡Y mira… ya no lo tengo!

     El niño se saca una de las bolsas del pantalón, esta rota. Hace un gesto de desesperanza, esa expresión que hacen las personas al saber que ya no hay remedio. El hombre le dice que no se preocupe. El niño ni caso le hace.

     El buen samaritano se retira unos minutos, pero regresa con un spinner de Batman, esos juguetillos con balero que se ponen a girar, se colocan el los pulgares y que no sirven para nada. Y al niño le brillan los ojos ¿Por qué arruinar una bella estampa cómo la de este lugar con una imagen tan telenovelera? Si fuese una de esas historias que andan por ahí en las diabólicas redes sociales, dirían los lectores: “Lo leí casi con las lágrimas de fuera” ¿Me querrá decir algo el de arriba? Sé que le preocupo, pero no tanto como para andar viendo lo que hago o para darme lecciones de bondad humana, que florece aún en los peores lugares ¡Bah! Ya no estoy para que me enseñen nada… Ya me estoy molestando con esto… ¡Es la demostración de caridad más pedorra que he visto! Era mejor una cachetada al niño y decirle que dejara de estar llorando por mariconadas.

     Pero de pronto pasó algo. Los ojos brillantes del niño cambiaron, dobló sus cejas y su mirada se volvió hosca y dura mientras miraba el spinner y miraba al hombre. El niño le arrebata el spinner con brusquedad y le dice:

     —¿Cómo me lo quitaste? ¡Pensé que se me había caído porque tengo un agujero en la bolsa del pantalón! ¡Eres un ratero!

     Y ¡pam!, que le da una un golpe en los meros tanates a la vez que se levantaba para echarse a correr. El sujeto se quedó unos segundos doblado, magullado y sin saber a donde corrió el niño. Ya luego se levantó con un semblante avergonzado y mirando a todos lados. Lección aprendida, decía aquella mueca bajo el bigote… Lección aprendida.

     Entonces, como les venía diciendo, este es un lugar maravilloso…