GOMEZ12102020

LAS CRÓNICAS DEL DIABLO
Marzo 2018 - En el cruce de Ocampo y Zaragoza
Aureo Salas

Monterrey.- Mientras más te acercas a la macroplaza, más vistoso y más verde se va poniendo. Como si la vida se fuera pintando de colores conforme pasas Cuauhtémoc y después Juárez. Hace como veinte minutos estaba en el mercado Estrella, todavía traigo en la suela la mancha de un tomate podrido que pisé. Y todo el panorama ha cambiado, obviamente no estamos en las Europas, pero hasta el calor se borra llegando acá. Aunque eso no me quita para nada el mal humor. Tengo ganas de destruir algo.

     Soy el Diablo y me gusta pasear por la ciudad, éstas son mis crónicas.

     Eso que llaman Macroplaza es como una zona de descanso. El gobierno pensó en todo cuando la instaló, hasta sirve como defensa en una invasión extraterrestre con su poderosa torre de rayos láser. Ok, estoy de broma, aunque eso de los extraterrestres es una conversación para lo cual aún no están preparados. Digo, el que no ande de humor no quiere decir que me abstenga de bromear, tengo milenios manejando estos achaques de mal genio y creo que lo voy dominando poco a poco.

     Llevo como una hora caminando. Esta ciudad es un poco aburrida, como todas, la verdad, pero me gusta el calor que hace. Tiene algunos personajes pintorescos, personalidad que se les arranca cuando mueren y se van a la casa. La mayoría pierde la gracia una vez que caen al fuego eterno. Pero bueno… gajes del oficio. Aunque no sé si ando así por el encierro, tanto trabajo llega a agobiar, aunque lo disfrutes. Monterrey… Tal vez no ande por aquí tan seguido, me gusta más el desierto y sus peleas de escorpiones.

     Ahí está la torre del láser. Esos de la cámara de comercio sí que necesitaban demostrar sus complejos y compensaciones. Bueno, si se lo preguntan… Ese charlatán de Freud está en la casa y varias veces hemos platicado sobre esas “extrañas” condiciones humanas. En estos tiempos sería un excelente “estandopero”, los chistes sobre sexo siguen funcionando y ese sujeto sí que es gracioso. A un lado de la torre láser hay un reloj de sol y personas…

     ―Necesita un masaje ¿Por qué no toma asiento? ―me dijo una anciana vestida de blanco, parecía no ver nada. Había más como ella en el lugar, ahí a un lado de la torre. Iba a sacar la libreta para saber de qué se trataba, pero me dio flojera, así que sin pensarlo mucho me senté para ver que se traía conmigo. Ya saben, las clásicas ganas de fregar a alguien y decirle: Pues te lo buscaste. Pero resultó ser una mujer algo reacia y con tan buena plática que por poco le digo quien soy.

     La anciana vapuleó tanto mi espalda que pensé que me iba a salir una joroba, pero la verdad, ¡qué bien se sintió cuando me restregó la cara con sus manos huesudas! Mi mal humor desapareció. Le di dinero con algo de entusiasmo y ya no me dieron ganas de destruir nada. Esa torrecita naranja se salvó por un pelo, ni modo. Y como me dijo la anciana cuando me dio las gracias por el pago: “Cuando se quiera volver a sentir como nuevo venga otra vez, aquí estoy todos los días hasta las ocho ¡Vaya con Dios!”.

   De verdad que era un Diablo nuevo, si tuviera cola como cuando me dibujan, la traería en una mano dando vueltas. Hasta me di el lujo de comprar una manzana acaramelada tan solo para recordar viejos tiempos. La verdad no está tan mal esta ciudad, creo que volveré más seguido.