La oferta de justicia del candidato Andrés Manuel López Obrador de que cuando el llegara al poder, los criminales de cuello sucio y blanco, y en particular los “políticos de la mafia del poder”, irían a la cárcel no se ha cumplido y, probablemente, no se cumplirá en el resto de sexenio.
Estamos en el último tercio del sexenio y hasta ahora, ningún miembro de esa “mafia” perfumada, está purgando condena en México y la mejor muestra, fue el fracaso de aquel ejercicio de consulta popular donde se le preguntó a la gente si los “expresidentes neoliberales” debían ser alcanzados por la justicia.
La respuesta fue clamorosa cuando menos de un 8% de la lista nominal salió a votar y no todos sufragaron sí. Este fallo significó un desperdicio de dinero público -qué, más tarde, se refrendó, con la consulta de revocación de mandato donde se duplicó la participación y la mayoría de los consultados sufrago con el sí.
Entonces, toda esa estructura judicial, que tendría que servir para proceder contra los delincuentes de arriba y, los de abajo, simplemente no funciona con la eficacia debida.
Ahí, está, la más sonora evidencia cuando Genaro García Luna nunca fue molestado, y menos detenido en México, sería hasta diciembre de 2019 cuando lo alcanzó la justicia norteamericana por la comisión de cinco delitos federales donde cuatro de ellos están vinculados al narcotráfico y el quinto, a una falsa declaración al gobierno de Estados Unidos. Dijo, confiado, que nunca había cometido un delito y quizá, lo dijo por exceso de confianza o, porque, nunca había sido procesado y menos detenido por algún delito en nuestro país.
Lo sorprendente son las expresiones de júbilo del presidente quien, ante la condena del jurado ciudadano norteamericano, lo llamaría a la prudencia, rubor y vergüenza pues, muestra, que lo sucedido en Brooklyn hizo no lo hace la fiscalía mexicana.
Y es que con ese “triunfo” en la bolsa afirmó que demandara a César de Castro, el abogado del ex secretario de Seguridad Pública, por intentar que Jesús “El Rey” Zambada refrendara una supuesta declaración que hizo ante fiscales en 2013 y, que tenía que ver, con una aportación del Cártel de Sinaloa de 7 millones de dólares hecha por el Cártel de Sinaloa a través de Gabriel Regino, subsecretario de seguridad pública, cuando AMLO era jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
Y eso podría entrañar un problema doble para López Obrador si Zambada hizo esa declaración que hoy niega: Estaría en un expediente de la Corte de Brooklyn en estado de “guardese para cuando se necesite” y, Genaro García Luna, purgara su sentencia en una cárcel de máxima seguridad, es decir, lo tendrán a mano para cuando igual lo necesiten no hay que olvidar las reservas que se hicieron en materia de dinero y política. O sea, en Estados Unidos no se echa toda la carne al asador sino se dosifica.
Y es que a García Luna se le podrá acusar de todo -y, más, ahora- pero no de estar desinformado, tiene muchos secretos no revelados y en el futuro, podrían servir contra políticos que hoy ostentan cargos de representación política. Un indicio de lo que podría suceder estará en función del tamaño de la sentencia porque derivaría en clave de incentivos para ayudarse y ayudar a sus captores.
Mientras eso ocurre los diputados morenistas saltan a la tribuna para gritar al unísono: ¡Sigue Calderón!, ¡Sigue Calderón! Y eso, tiene lógica porque era su jefe inmediato. La pregunta es si se les juzgara y donde se le juzgaría o mejor, si no se le juzga en Estados Unidos ¿se le juzgaría en México?
No hay duda de que Calderón debe responder, al menos, como responsable político de la administración donde García Luna prestó servicios públicos.
Tiene mucho que aclarar de esa connivencia del poder político y el crimen organizado, pero, de ahí a que esa sentencia no tenga anclajes en el tiempo obradorista lo veremos, claro, después de que terminen las fanfarrias.
Si algo enseña el estudio de la narcopolítica es que esta tiene una extraordinaria capacidad de renovación y, si bien, la mayoría del grupo de García Luna están muertos, presos o prófugos de la justicia no significa que hayan actuado sin colaboración de otros elementos del sistema nacional de seguridad pública.
¿Acaso ya olvidamos el affaire Cienfuegos? ¿García Luna no es el hilo que se rompió por lo más delgado? ¿Y estamos en una suerte de purificación de algo capaz de renovarse constantemente para persistir por encima de estandartes ideológicos? ¿Y es que el negocio sigue, como cualquier otra empresa capitalista?
Hace unos días escuchaba a Germán Martínez, el senador organizado en el Grupo Plural, cuando reflexionaba sobre el caso de García Luna y lo enlazaba con el de Roberto Sandoval, el ex gobernador de Nayarit, hoy preso en el penal El Rincón, por haber protegido al narco en el estado que gobernaba. Y el senado, decía con la frescura de quien fue observador en las elecciones estatales de 2021:
-Los gobernadores de los estados del Pacífico deberían estarse viendo en el espejo de Roberto Sandoval.
Claro, en aquellas elecciones donde el narco jugó, obtuvo triunfos del partido o coalición que se quiera y, que sabemos, no pasó nada, se normalizó y los gobernantes andan como si nada, se les olvido o, peor, se le olvido al Poder Judicial, pero no a los servicios de inteligencia gringo, que podrían llevar ante la justicia a los García Luna de ayer y hoy por las mismas razones.
Al tiempo.