GOMEZ12102020

Las frases
Samuel Schmidt

Austin.- Kinky Friedman, un buen cantante de música country, imaginativo escritor de novelas policíacas y mal candidato a gobernador de Texas, soltaba frases sabiendo que la gente no leía y no reconocería de quién la tomó prestada. Para explicar su derrota en las elecciones, soltó: “El pueblo habló, bastardos”, que la tomó prestada de Richard Gregory Tuck; pero nadie se enteró y pareció que Friedman era y es, muy ingenioso.

Hay personajes que plagian obras, como el que se plagió mi libro y le dieron mención honorífica en la UNAM, pero eso es otra cosa.

Con frecuencia veo frases inventadas a cualquier personaje y hasta hay “analistas serios” que las repiten como si las hubieran leído; una de esas frases emblemáticas es la atribuida a Maquiavelo: “el fin justifica los medios”, de la que se desprende eso del maquiavelismo; la frase también se le atribuye a Napoleón Bonaparte, quien supuestamente la inscribió en su copia de El Príncipe; pero de que Maquiavelo no la escribió, no hay duda, aunque muchos “teóricos” se ofendan porque se demuestre que no leyeron a Maquiavelo.

Por supuesto que hay frases totalmente falsas que se le cuelgan a alguien bajo el criterio de que palo dado ni dios lo quita.

Por otra parte, hay frases que se toman fuera de contexto para criticar al que supuestamente las dijo. Este es el caso constante con López Obrador, quien en medio de una larga perorata suelta la frase que tomarán sus críticos para lanzar el ataque del día o de la semana, y que serán recirculadas sin cesar. Me brinca esa frase donde AMLO, al criticar al poder judicial cuyas resoluciones enfrentan las intenciones y programas del gobierno, soltó: no me digan que la ley es la ley, porque la ley se manipula, hay muchas resoluciones legales que están corrompidas, los jueces no siempre están guiados por la letra o el espíritu de la ley, sino por aquellos que tienen la capacidad y posibilidad de inclinar la balanza, un caso emblemático puede ser el juez que protege a las empresas de energía al ampararlas frente a las acciones gubernamentales que las encontraron en violación de la ley.

La campaña anti AMLO ha traducido la frase como un ataque a las instituciones, pero podemos interpretarla exactamente de la forma contraria: la institución judicial está corrompida, muchos jueces se venden al mejor postor y para avanzar en la democracia se requiere de jueces honestos y decisiones judiciales guiadas por la búsqueda de justicia y el bienestar de todos.

En el sistema judicial mexicano existe el juicio de amparo, que implica una protección del individuo en contra de los actos de gobierno que violan sus derechos. Por ejemplo, si el gobierno decide caprichosamente, como sucede con frecuencia, expropiar un terreno, el juicio de amparo debe obligar al gobierno a demostrar la utilidad pública de esa expropiación, o sea que en el criterio judicial, el derecho del individuo no puede ni debe estar por encima del interés del colectivo. Pero si el gobierno castiga a una empresa al demostrar que engañó y violó la ley para engrosar sus ganancias, el juez que la ampara y protege el engaño está actuando en contra del espíritu de la ley, y se justifica y requiere investigar a ese juez, como es el caso del juez que sistemáticamente protege a empresas energéticas que han violado la ley.

El poder judicial debe proteger a los ciudadanos, promover el interés general por medio de la aplicación apropiada de la ley y no concebirse como el poder que vigila y ata las manos de otros poderes, lo que es una concepción anti-democrática.

En la época de la pos verdad, de la circulación acelerada de mensajes, la manipulación de la narrativa busca dañar, ya sea a las personas o a los gobiernos, y ampliar y profundizar las tendencias anti democráticas.

Hay iniciativas para comprobar si los mensajes son falsos, pero se enfrentan al hecho de que las fuerzas destructivas están sentadas en grandes pilas de dinero que les permiten ampliar su agresión; hoy vemos en España, Colombia y Chile los mismos manejos que vemos en México, y una embestida en contra de la democracia con un nefasto potencial destructivo.

No se trata del ingenio de Kinky Friedman, sino de las campañas agresivas, como la operación Berlín que manejó la ultra derecha mexicana, de la mano de sus intelectuales orgánicos; y que siguen a la pesca de frases que se aíslan para destruir.