Monterrey.- En el devenir histórico de la humanidad, las condiciones socioculturales de cada época han determinado los estereotipos de dominación-subordinación entre hombre y mujer y, por ende, la histórica lucha de clases de las mujeres.
El rol de la mujer jugó un papel prioritario en las familias no solamente de las comunidades primitivas o primeras sociedades humanas, sino en las siguientes etapas del esclavismo, del feudalismo y del capitalismo.
En la época de las cavernas la mujer fue clave para la supervivencia de la especie humana, por su rol de trabajo en los grupos nómadas y sedentarios. Pero, en el sistema feudal de la Edad Media fue considerada como ser inferior, sin derechos y sin capacidad para trabajar, estudiar, escribir, ni pensar.
La Santa Inquisición se erigió en el tribunal inclemente y sanguinario de la Iglesia, que lo mismo guillotina a nobles que a plebeyos, pero se ensaña especialmente contra las mujeres, al tener los juzgadores ‘derecho’ a castigar, encerrar, quemar o matar a aquellas que se atrevieron a protestar.
Historiadores estiman que del Siglo XV al Siglo XVIII el Santo Oficio condenó a muerte entre 40 mil y 60 mil personas en Europa, por actos de herejía, brujería, hechicería o idolatría, la mayoría humildes mujeres acusadas de brujas. En la Nueva España, a lo largo de tres siglos que duró la Colonia, un aproximado de 300 personas fueron condenadas, entre ellas la familia de Luis de Carvajal y de la Cueva, fundador del Nuevo Reyno de León.
En la Ilustración, una vez que la Revolución Francesa (1789) triunfa, se aprueba la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, en la cual las mujeres son excluidas a pesar de que lucharon a la par con los hombres en la Comuna de París. Olympia de Gouges reacciona publicando la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, osadía que paga con la guillotina, siendo esta lucha la Primera Ola Feminista junto con la Vindicación de los Derechos la Mujer, publicada por Mary Wollstonecraft en 1792.
A partir de 1800, la Industrialización da lugar a la explotación laboral, acentuándose contra las trabajadoras. El Código Napoleónico negaba derechos y esta situación origina la Segunda Ola del Feminismo, tomando fuerza la corriente sufragista encabezada por Lucretia Mott y Elizabeth Cady Stanton, quienes en 1848 exponen en Seneca Falls la Declaración de Sentimientos, basada en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, e iniciaron una lucha contra el racismo negro y por el voto femenino a través de grandes movilizaciones de mujeres. Esta Segunda Ola llega a Europa, estallando en Londres movimientos más radicales con marchas y nuevas formas de lucha como huelgas de hambre, encadenamientos, sabotajes e incendios, métodos que hoy retoman algunos movimientos feministas.
En 1878, Finlandia encabeza los países que otorgan derechos a la mujer, como disponer de sus propios ingresos y heredar. Entre 1893 y 1931 el sufragismo avanza en Nueva Zelanda, Australia, Noruega, Dinamarca, Alemania, Rusia, Estados Unidos, España, Francia, Italia e Inglaterra. En esta etapa surgen grandes movimientos independentistas y revolucionarios, así como las luchas contra el esclavismo, la discriminación racial y la explotación laboral, demandas que se fueron conquistando por la presión social y por batallas en diferentes trincheras, muchas de ellas encabezadas por mujeres.
La Tercera Ola del Feminismo arranca cuando Betty Friden impulsa mejores condiciones de vida para las mujeres y por acabar con toda forma de desigualdad, explotación y discriminación, modificando las relaciones de poder que sustentan el sistema patriarcal como principal opresor e impulsando esta nueva cultura desde el hogar hacia los demás ámbitos sociales. En esta Ola se distinguen dos corrientes de lucha: la liberal, que pugna por la igualdad de la mujer frente al hombre y, la radical, que tiene como propósito acabar con la organización patriarcal. Estas expresiones podemos identificarlas en los colectivos que han venido manifestando sus demandas étnicas, religiosas, ambientales, transexuales, así como en pro y en contra del aborto, etcétera.
Mientras el sistema económico neoliberal siga incrementado las desigualdades sociales, profundizando la miseria y la exclusión de más del 90 por ciento de la población mundial y concentrando la riqueza social en tan solo un 2 por ciento de los habitantes del planeta, la lucha continuará y más mientras las mujeres sigan siendo el rostro de la pobreza.
Mujeres, sigamos construyendo la utopía de ¡Otra Sociedad es Posible!, bajo el ideal revolucionario de Ernesto Che Guevara, cuando dijo: ¡Sueña y serás libre en espíritu. Lucha y serás libre en vida!