El ex consejero de los Servicios de Agua y Drenaje de Monterrey revela ausencia de medidas preventivas que en su momento eran impostergables para evitar catástrofes y demuestra científicamente la eficacia de estrategias que estuvieron al alcance de autoridades responsables y no hubo aplicaciones, pero sobre todo nos alerta sobre las enemigas silenciosas: las sequías.
En el Capítulo Noveno del libro, escrito en julio del 2005, nos advierte:
“En Nuevo León, históricamente, durante los últimos 120 años han ocurrido 70% de años debajo de la media anual de precipitación pluvial y 30% de años con escurrimientos acuíferos superficiales, sub-superficiales y profundos en la cuenca hidrológica sur del Río San Juan, muy inferiores en conjunto a la demanda directa de agua potable del Área Metropolitana.
Lo más grave de esta situación es que creemos que las instalaciones actuales de pozos, galerías, manantiales y embalses son suficiente garantía para solventar estas situaciones extremas. No se ha tomado en cuenta que las sequías catastróficas se derivan de la baja precipitación pluvial y su duración, pues algunas ocasiones se prolongan por varios años, cubriendo más de un lustro, como en tres ocasiones (1920, 1960 y 1995) sucedió el siglo pasado.
Debemos analizar mejor el plan de manejo de nuestros recursos acuíferos e intervenir más interesadamente en su estudio. En general, las acciones públicas y privadas son muy desvinculadas, anárquicas, egocentristas, ocasionales, tardías y sólo proceden en situaciones de contingencia o de desastre… ¡a toro pasado!
Puedo asegurar que pronto viviremos condiciones críticas también en el abasto de agua potable de los más grandes centros de población de Nuevo León y que la solución no serán los abastos en horarios recortados.
Actualmente veo la gran atención retórica que recibe la educación, pero si no se soporta con conocimiento sólido de los cómo se tienen que resolver los problemas, la educación resultará falsa y la vida nos seguirá reprobando.
El problema del agua crece día a día en todo el territorio, así como sus costos y dificultades de financiamiento. Normalizando los datos hidrológicos parece que todo se ajusta a lo planificado con base en la aritmética. Sin embargo, esto no se apega a la realidad, donde interviene la variabilidad de los fenómenos hidrológicos y su comportamiento, persistencia y causalidad.
No se debe olvidar que el sistema natural no es un juego de azar, es un fenómeno de dinámica variable con causalidad geográfica de gran amplitud. Tenemos que ser más juiciosos y no creer que la política la definirán las advenedizas fuerzas electorales en el Gobierno. De esto saben bastante poco.
Tampoco debemos aceptar que la solución somos todos… esto no es verdad, ni ha funcionado en el pasado, ni creo funcione en el futuro. Las sequías son fenómenos casi permanentes, interrumpidos por lapsos cortos con excedentes pluviales. En realidad sólo varía la duración de unos y otros y la magnitud y dinámica en que se conservan o agotan las reservas acuíferas.
Las consecuencias de una sequía son muy diversas y por lo general agresivas por el déficit de agua respecto a las necesidades que puede ocasionar: reducción de energía eléctrica, deficiencias en usos industriales, conflictos sociales, trastornos económicos, catástrofes agrícolas y pecuarias. Son acontecimientos silenciosos de proyección catastrófica, pues su duración puede cubrir desde unos cuantos meses hasta años, lustros, décadas y periodos más prolongados, aún en las zonas de mayor pluviosidad.
Nosotros estamos enclavados en una zona geográfica caracterizada por sufrir anualmente dos prolongadas seguías estacionales. Necesitamos por ello bases científicas para hacer predicciones útiles y diseñar estrategias y programas de manejo hidrológico oportunos y efectivos, que atiendan todas las demandas de agua. El buen manejo de los recursos acuíferos disponibles deben orientarse a aumentar la eficiencia y la eficacia de aprovechamiento y a solventar los estados críticos derivados de nuestra vulnerabilidad, pero sobre todo a nuestra capacidad y velocidad de respuesta”.