Mérida.- Necia, la derecha continúa con su cantaleta de que nos encaminamos a una dictadura, si no es que ya estamos en ella. Todos quienes hablan en su nombre se dicen demócratas, pero al mismo tiempo critican rabiosamente a gobiernos que han resultado de dos procesos electorales impolutos –el de AMLO, por terminar, y el próximo, de Claudia Sheinbaum–, porque estén haciendo lo que la inmensa mayoría de los mexicanos, con su voto, les ordenó.
Están dale que dale con el cuento de que si se aprobaran en el Congreso las vitales reformas que integran el Plan C, particularmente la que se refiere al saneamiento del Poder Judicial, estaríamos entrando en una etapa antidemocrática, porque a ella, la arrolladoramente derrotada no se le hace caso.
Retuercen los argumentos en el afán de desorientar a la opinión pública en aras de que surja, como por arte de magia, una fuerza milagrosa que logre frenar el proceso legislativo que se llevará a cabo para aprobar todas las iniciativas, legales y constitucionales, enviadas al Congreso por López Obrador. Por ejemplo, un editorialista del Diario de Yucatán, que a la vez es directivo del periódico, Olegario Moguel, dolido por el resultado de las elecciones, ha querido descalificarlas como método de descalificar a quien triunfó en ellas.
Respirando por la herida por no haberle salido las cosas como quería, escribió un artículo en el que afirma que nuestras elecciones, tal como son ahora, no permiten elegir al mejor, pues, según él, en la actualidad, “el juego democrático, en su faceta de método de selección de autoridades, no consiste en elegir al más apto para desempeñar los cargos que permitirán al pueblo alcanzar mayores niveles de progreso, desarrollo e incluso felicidad, sino al que resulta capaz de mover a las masas que integran el enorme segmento de los votantes desamparados”. O sea, que quienes ganaron las elecciones del 2 de junio, no son, según él, los “más aptos”.
Y aquí muestra la pezuña. Para que esto no sea así, dice, debe haber un nuevo método de elegir. Y propone uno sensacional: que “el valor del voto no sea igual y total, sino proporcional en cuanto a grupos humanos, en apego a las divisiones poblacionales del Inegi”. Esto es, que los votos de los grupos mayoritarios sean “proporcionalmente menores que los de otros grupos, para no inclinar la balanza hacia uno u otro lado”. “¿Por qué deben valer lo mismo los votos del grupo desbordadamente más numeroso que los del escueto?”, dice.
Argumenta que “si en el país hay más jóvenes de 18 a 25 años que personas de 65 y más, ¿por qué deben valer lo mismo los votos del grupo desbordadamente más numeroso que los del escueto? Si, en este ejemplo, los jóvenes representaran el 50% del electorado y los mayores de 65 sólo el 10%, serían siempre los jóvenes quienes elijan a las autoridades, con la falta de proporcionalidad que eso supondría”. Por tanto, concluye: hay que quitarle valor al voto de los jóvenes para dárselo al de los adultos mayores.
No lo dice, porque sería muy descarado, pero en unas de esas propone que los votos de los oligarcas, que son menos, valgan más que el de los trabajadores que son millones.
“Si no hacemos contrapeso –dice– la fábrica de pobres seguirá trabajando a marchas forzadas, a manos de los gobiernos en turno, para crear nuevos futuros votantes. Si no hacemos contrapeso, seguiremos dependiendo de los grupos menos interesados en que cambie el estado de las cosas. Si no hacemos contrapeso, la sociedad llegará al silencio total y entonces nos conformaremos dócilmente con ser parte del pueblo”. No dice que la única fábrica de pobres que ha habido en Yucatán era la de los partidos, PRI y PAN, que lo gobernaban.
Después de que durante la campaña estuvo escribiendo a favor de la oposición, ahora pretende deslindarse de ella, hablando de “los gobiernos en turno”, cuando se refiere a que son “fábrica de pobres”, sabiendo que Morena nunca ha gobernado en Yucatán y que a nivel nacional es el único partido que ha hecho disminuir la pobreza, como lo prueban datos del INEGI.
Su planteamiento de que “si no hacemos contrapeso” la fábrica de pobres crecerá; los grupos menos interesados en que cambie el estado de cosas seguirán dominando y la sociedad llegará al silencio total”, sin identificar a los grupos a que se refiere, tiene la pretensión de poner en el mismo costal al zorro y a las gallinas: a quienes con su dinero han dominado en la sociedad a través del Prian y a quienes despertaron y los mandaron al carajo.
¿Por qué opina como lo hace? Porque en las elecciones, los grupos oligárquicos sólo pudieron convencer a una pequeña parte del electorado y piensan que si se cambiaran las formas de elegir permitiendo que cierto tipo de votante tuviera derecho a doble voto la suerte les sonreiría. Es infantil su propuesta. Pero es una de las maneras de la derecha de combatir los proyectos del nuevo gobierno, repitiendo hasta la náusea el estribillo de que éste no tiene legitimidad, pese a haber sepultado a sus adversarios en un alud de votos.
Irremisiblemente, se acerca la hora en que se aprobarán en el Congreso nuevas leyes constitucionales y disposiciones legales que serán el andamiaje sobre el que se construirá el segundo piso de la Cuarta Transformación. Fue un mandato inexcusable el que las grandes mayorías le dieron a AMLO, para el corto tiempo que le queda como gobernante, y a Claudia Sheinbaum, para los próximos seis años. Los compromisos se cumplen afirman ambos y por eso, desde ya, se está trabajando esforzadamente para que comiencen a ser cumplidos los que los dos contrajeron.
No obstante la campaña para deslegitimar a quienes tienen la responsabilidad de cumplir los compromisos contraídos, como forma de impedir que los cumplan, el proceso para llegar a su culminación avanza. ¿Por qué? Porque tiene el apoyo de todo el pueblo. Millones de mexicanos muestran su apoyo a las reformas con manifestaciones, foros, declaraciones.
Así como le pasó encima una aplanadora a la oposición el 2 de junio, así le volverá a pasar otra cuando se discutan en el congreso y se aprueben el paquete de leyes que contienen cambios tan importantes para la vida del país.