Monterrey.- Imaginemos que un automóvil se encuentra a cierta distancia de nosotros y de repente suena el claxon. Sin observarlo, sólo escuchando el tono del sonido emitido podemos saber:
a) Si el auto está inmóvil.
b) Si el auto se acerca a nosotros.
c) Si el auto se aleja de nosotros.
El sonido se transmite por ondas mecánicas y éstas se “amontonan” cuando la fuente que las genera, se acerca, la frecuencia aumenta y, entonces se escucha más agudo que cuando la fuente (el claxon del auto) estaba inmóvil. En cambio, si el auto se aleja, las ondas se “estiran”, entonces la frecuencia disminuye y el sonido se escucha con un tono más grave. Al fenómeno anterior se le llama Efecto Doppler, en honor al físico matemático austriaco Christian Andreas Doppler.
La luz también se transmite por ondas; éstas, a diferencia de las ondas del sonido, son ondas electromagnéticas, se originan por la oscilación de un campo electromagnético.
Las ondas de la luz visible son ondas cuya frecuencia va del rojo (ondas de menor frecuencia o mayor longitud) al violeta (ondas de mayor frecuencia o menor longitud). Si una Galaxia o una estrella se acercaran a nosotros, la frecuencia de la luz emitida aumentaría, semejante al auto que se acerca. En cambio, si el cuerpo celeste se aleja, su frecuencia disminuye tal como las ondas de un auto que se aleja. Entonces, si una Galaxia se aleja, su espectro se correría hacia el rojo, menor frecuencia.
En la primera mitad del siglo pasado, el astrónomo norteamericano Edwin Hubble observó que las Galaxias de nuestro universo se alejaban de nosotros, es decir, había una especie de Efecto Doppler, ¡un corrimiento hacia el rojo! y mientras más lejanas están, mayor es el corrimiento hacia el rojo, es decir se alejan a mayor velocidad. Hubble no llegó por sí sólo a calcular el corrimiento hacia el rojo, se apoyó en los cálculos del físico Howard Robertson. Hubble publica en 1929 que había una relación lineal entre las velocidades y las distancias de las galaxias. Los matemáticos lo expresan así ( v∝D). Lo que nos lleva a la Ley de Hubble que se expresa matemáticamente con esta sencilla ecuación v = H0D, donde v es la velocidad H0 es una constante, llamada, constante de Hubble y D es la distancia. La ley de Hubble debería llamarse Ley de Robertson-Hubble, en justicia a las matemáticas de Howard Robertson, en las que Hubble se basó; sin embargo, este físico-matemático de Princeton no protestó, dice Brian L. Silver, autor de “El ascenso de la ciencia”, en son de broma: -Tal vez Robertson sabía que Hubble era bueno para boxear.
No solo a Robertson se le ha quitado mérito para dárselo a Hubble. George Lemaitre, sacerdote y físico matemático belga, siguiendo a Einstein y a Edington, había propuesto que el universo tuvo un origen en un huevo cósmico o átomo primigenio, lo que hoy conocemos como “singularidad” y hubo un instante en que este átomo comenzó a expandirse.
A pesar de ser asesor del papa Pío XII, Lemaitre mantuvo una separación entre ciencia y religión. Cuando Pío XII trató de ordenarle que planteara la idea de la creación del universo en un intervalo de 10-35 segundos ubicado en los siete días de la creación aprovechando su modelo del “átomo primigenio” o singularidad, Lemaitre, siendo un sacerdote belga, se negó a hacerlo, argumentando que era importante mantener una separación entre las ideas científicas y las creencias religiosas. ¡Campos muy distintos!