PEREZ17102022

Lluvia de frases victorenses
Francisco Ramos Aguirre*

Ciudad Victoria.- En el mapa regional del habla popular tamaulipeco, figuran numerosas frases, palabras y refranes que contribuyen al enriquecimiento del patrimonio cultural. Cuando recorremos la vasta geografía mexicana, encontramos en el idioma español una riqueza lingüística y muchas sorpresas. En cierto sentido el idioma nos une, pero también es una fuente que derrama sabiduría cotidiana.

Dentro del argot y narrativa propia de los victorenses, es posible utilizar en el día con día una copiosa variedad de palabras, algunas del mismo significado. Por ejemplo, para hacer referencia a los marranitos –pan elaborado con harina de maíz, piloncillo y bicarbonato–, también se le designa con el nombre de chichimbré y morelianas. En Victoria hablar de chochas, equivale a la flor de palma o flores, a decir de don Magdaleno Aguilar, cuando le preguntaban mientras contemplaba unos rosales: “¿Le gustan las flores don Maleno?” “Sí –respondía–, guisadas con manteca de puerco y huevo de rancho.”

Es muy frecuente mencionar dentro del léxico popular al chile piquín, que también se refiere al chile del monte o quipín; aunque en algunas personas ilustradas la nomenclatura y origen despertara duda. Acerca del tema el pintor Alejandro Rosales, argumentaba “Es piquín, don José, porque lo acabo de ver en el diccionario”. “Pues yo lo vi en la planta”, respondió su suegro originario de Burgos. Bajo estas circunstancias, en algunos casos lo más recomendable es analizar las frases de acuerdo a su contexto.

Esta breve antología surgida desde las entrañas sociales victorenses, representa un ligero registro de las expresiones populares inspirada no sólo en tiempos actuales, sino también en el pasado reciente. Es desde luego, como afirman los clásicos, un trabajo en construcción, donde las aportaciones para su enriquecimiento brotan como liebres, cuando menos se espera. Para atrapar palabras y frases al vuelo, se requiere la paciencia de un cazador.

Finalmente, no está por demás comentar que la sabiduría, estética y características del habla popular urbana o rural, se mide en las pláticas cotidianas de los barrios, tabernas, tertulias, plazas y mercados. Del mismo modo, los modismos lingüísticos no sólo nos ayudan a establecer lazos de unión social, sino también se convierten en códigos de entendimiento entre los habitantes de las regiones. En el caso que nos ocupa del noreste mexicano –Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas–, donde la geolingüística se refleja en la riqueza de las palabras pronunciadas cada día.

Mínima fraseología victorense
Una Guacamaya pinta, le dijo a una colorada… vámonos para Terán, porque aquí no hacemos nada. Verso popular atribuido al grupo político contrario a los portesgilistas, perdedores de la elección de gobierno a principios de los años treinta contra el doctor Rafael Villarreal. En General Terán, Nuevo León, estaba la Hacienda Soledad de la Mota, finca de descanso del presidente y general Plutarco Elías Calles. La frase tiene relación con otra parecida del poeta Alí Chumacero. “Le dijo una guacamaya al pájaro azul turquí, vámonos a la chingada, qué estamos haciendo aquí.” (Periódico El Gallito/marzo 27/1932.)

¡Uta! Y yo por qué. Expresión de asombro o inconformidad, cuando alguien ordena o comenta algo desagradable o mal intencionado. (Guillermo Berrones, poeta y escritor victorense.)

Vendo pintura de todos colores y verde también. Anuncio de la Ferretería y Tlapalería de Santiago Peña Montalvo, comerciante de ascendencia judía, originario de España, quien se estableció originalmente en Padilla en 1913. Trabajó algunos años en la Casa Quintana y Haces, un gran almacén de telas, abarrotes, zapatos y utensilios de labranza. Instaló su propio negocio, primero en el Mercado Argüelles y después en 9 Hidalgo, enfrente de la Plaza Hidalgo, con venta de pintura, clavos, herramientas y bicicletas. Don Santiago falleció en 1956.

Victorense de toda la vida. Se refiere a personas originarias o nacidas en la capital tamaulipeca, sobre todo aquellas pertenecientes a familias de arraigo. (Adriana Ortiz Cano/promotora cultural y curadora de arte.)

Victoria, la ciudad de las cotorras. Se relaciona con la enorme cantidad de loros, cotorros o catarinas que sobrevolaban los árboles del Paseo Méndez, plazas públicas y Sierra Madre Oriental. También aludía a las mujeres victorenses, quienes permanecían solteras toda su vida, mientras algunas se dedicaban a divulgar noticias y chismes. “¡Ay… las cotorras! De esos habladores animalitos conozco variedades sin fin y en realidad que son una calamidad (que Dios me libre de caer en una parvada de cotorras, porque en menos de una hora tendré que ir con el doctor Pérez Garza, para que me cure de locura.) Conozco cotorras que a la vez son víboras. Entre las palabras jamona y cotorra, no hay diferencia… hablan hasta por los codos de media humanidad.” (El Jicote/abril 5/1930.)

Ya van a dar las cinco de la tarde… preparan los sillones para sacarlos a la banqueta. Hace algunas décadas, durante los atardeceres de verano, cuando el sol se ocultaba, las familias victorenses tenían por costumbre salir de sus casas y sentarse en mecedoras de palma para platicar y refrescarse. (Marina de la Garza Torres.)

Yo me voy a morir el día que me dé mi chingada gana, no cuando ustedes quieran. Emilio Portes Gil, político tamaulipeco, ex presidente de México. (Comunicada por Antonio Hernández Bermúdez.)

Yo no le deseo mal a nadie, pero quiero que mi negocio prospere. Felipe Arredondo, propietario de Funerales Arredondo, una de las agencias más antiguas, establecida en la calle Guerrero. (Citada por Gabriel Zaid, en su libro Ómnibus de Poesía.)

Pregunte a quien hemos servido, cómo sabemos servir. (Funerales del Socorro.)

Tengo diez años de gachupín y sesenta de estar en América. Sergio Braña, de origen español radicado en Yucatán. Durante el auge henequenero fabricaba máquinas desfibradoras en Ciudad Victoria. Esta frase la decía en respuesta cuando alguien le reclamaba que no era victorense, sino español.

Terminó la guerra, se acabó la carestía. Tienda de abarrotes de Manuel Cano Flores –Hidalgo 14 y 15–, publicado en 1945. En alusión al finalizar la Segunda Guerra Mundial. (Periódico Atalaya, septiembre 2 de 1945.)

Se pintan casas a domicilio. Anuncio de la Tlapalería Monterrey –15 y 16 Hidalgo–, publicado en un periódico de Victoria en los años setenta del siglo pasado. Otro similar apareció en el periódico El Bravo de Matamoros (2/9/1999): “Vendo casa, calle Ceiba 65, Fraccionamiento Las Arboledas, 200 mts. doble cochera, aire y cable. Verla ahí mismo.”

Salvador Morraz, o tocas o te vas. Frase anónima dirigida a Salvador Morraz Ortega (1882), director de la Banda de Música del Estado durante los años treinta y cuarenta del siglo XX.

Se forran botones y se hace trourtrou. Agencia Singer de Ciudad Victoria. Calle Hidalgo 83, atendida por Esteban Franco Lugo. (Periódico Noticias/12 abril/1952.)

Se lo sacó Cheché, mi hermano. En el centro de Ciudad Victoria, vivía la familia Gómez, integrada por los hermanos Cheché, Nené, Carolina y Nena; muy conocidos en la localidad, porque aparentaban ser ricos. Mensualmente tenían por costumbre rifar un pastel entre sus amistades, de acuerdo a la Lotería Nacional. El precio del boleto era muy accesible, para quienes aspiraban saborear el pan horneado en casa, con adorno de betún y coco rayado. Sin embargo, al momento de recoger el premio, el asunto se complicaba cuando el afortunado acudía a la casa de los Gómez y permanecía afuera tocando la puerta más de quince minutos, sin que nadie abriera. Después de una larga espera del otro lado del portón, desde el interior de la residencia se escuchaba la voz gruesa de un hombre, quien preguntaba: “¿Quién es... qué desea?” “Vengo a recoger el pastel de la rifa”, respondía el agraciado. Al mismo tiempo, sin que alguien diera la cara, se escuchaba una contundente respuesta: “¡No es cierto, se lo sacó Cheché, mi hermano!” Pasaban los días y nadie se atrevía a reclamar el premio, porque temían represalias del famoso Cheché, hombre de gran estatura, calvo y corpulento.