Monterrey.- La llamada Operación Militar Especial desarrollada por Rusia esgrime tres argumentos principales: la desmilitarización de Ucrania, la protección a los ruso parlantes del Donbás y la desnazificación. El primer argumento es ponerle un alto a la OTAN y declarar país neutral a Ucrania, protegiendo así los recursos, seguridad y soberanía de Rusia. Ésta es para el Kremlin la razón principal de su invasión, las otras explicaciones son secundarias.
El segundo argumento puede parecer una excusa: ¿por qué Rusia no buscó intervenir antes para proteger a los ruso parlantes? Sin embargo, debemos recordar que ya se había buscado una salida diplomática al conflicto mediante los Protocolos de Minsk, los cuales nunca fueron cumplidos; y por otro lado, Rusia aún no estaba preparada para el tsunami de sanciones que sabía les representaría intervenir. En estos ocho años de conflicto entre el Donbás y Ucrania el mundo ha cambiado mucho. Occidente se ha hecho más dependiente de los recursos rusos, China casi se convierte en la primera potencia mundial, Rusia ha fortalecido lazos con sus vecinos y ha estado adquiriendo y aumentando físicamente sus reservas de oro.
Por último, el argumento de la desnazificación por la vía militar es por lo menos cuestionable; no en términos morales, sino en términos prácticos y teóricos. Por más que existan grupos que reivindiquen al nacional socialismo y a los colaboradores ucranianos durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial, lo correcto sería llamarlos neonazis. O incluso, sería más correcto llamarlos por su nombre genérico, esto es, fascistas. Aunque la claridad en los conceptos nos ayuda a entender el mundo, reconozco que esto es casi solo una cuestión formal, una exquisitez en el lenguaje, ya que la erradicación de las ideas ultranacionalistas y racistas es un imperativo moral. Y reitero, erradicación de las ideas, no de las personas.
Por otro lado, el fenómeno del fascismo es una respuesta equivocada, conservadora y violenta a las crisis estructurales. Ante la falta de perspectivas futuras se califica al “otro”, al extranjero, al diferente, como causante de los males actuales, eximiendo al estado de cosas que en realidad los causa. Es equivocada porque no va a la raíz del problema, se desvía y se empantana en cuestiones ideológicas e identitarias (superestructura), sin considerar las condiciones materiales (infraestructura) que las produjeron, o a partir de las cuales generamos concepciones particulares para entender a las primeras.
El fascismo considera como central cuestiones como la nacionalidad, el color de piel o la orientación sexual, así como las creencias religiosas y la preferencia política. Las primeras no pueden ser cambiadas y las segundas se explican por el contexto histórico y particular en el que se desenvuelven los individuos. Las formas de entender y reaccionar ante estas cuestiones también se encuentran ancladas a un contexto histórico y particular, es decir, nuestra conceptualización del mundo es un producto socio cultural.
El fascismo es conservador porque quiere mantener lo poco que se tiene y regresar a un estado anterior, mítico, palingenésico, falazmente mejor. La nostalgia a un pasado glorioso, omite de forma deliberada que esa supuesta gloria pertenece a la narrativa de la clase dominante de cada nación y que fue lograda a costa del sufrimiento de las mayorías dentro del mismo territorio, o a través del dominio de otros pueblos cuando se era potencia imperial o colonial.
El fascismo es violento por reaccionario, por xenófobo, racista y ultranacionalista, porque el “otro” y lo nuevo son desconocidos, producen miedo y atentan contra lo que uno cree que es. Concibe el “ser” y, por consiguiente, la cultura, como algo eterno y natural que ha ido degenerando por la convivencia con el “otro”. El fascismo olvida que el ser humano es una construcción social y apela a cuestiones naturales inalterables para explicar aspectos culturales. Sin embargo, la narrativa identitaria de cada individuo es adoptada y construida en conjunto con el resto de la sociedad y, debido a que todos somos un proyecto en construcción constante, el “ser” es en realidad tan solo un instante.
Aquí cabe hacer un paréntesis para diferenciar la violencia fascista de la violencia antifascista. La primera es conservadora, es opresara y busca negar derechos, mientras que la segunda es liberadora y justa. Por tal razón, el fascismo solo sirve en realidad a quienes se benefician con mantener el estado de las cosas y, en el mismo sentido, el modo de producción actual, a los grandes capitales que, no sobra decirlo, ven al fascismo como el último recurso. Así pues, el fascismo es “un intento de acabar con el embrión de una nueva sociedad en el útero de la vieja” (Alan Woods, 2004). La brutal respuesta de la derecha europea a la Comuna de París, es posiblemente el primer ejemplo de ello, aunque en aquel entonces no estaba conceptualizado como fascismo.
En los grandes períodos de crisis de la época moderna, el auge del fascismo ha hecho su aparición. Al ser un fenómeno que apela a un pasado glorioso, se da principalmente en países otrora potencias y entre las clases medias y el lumpen proletariado. En la crisis actual, el fascismo ha tenido un incremento importante y sostenido en Estados Unidos y Europa, incluyendo a Rusia; entonces, el argumento de la desnazificación de Ucrania puede parecer hipócrita y abonar a la rusofobia. La diferencia es que en Ucrania los grupos ultranacionalistas forman parte del ejército y son tolerados y blanqueados por el gobierno, esa es una diferencia notable.
Pero es en términos prácticos en donde me causa más dudas este argumento, pues creo puede ser ineficaz y hasta contraproducente. Así como las sanciones comerciales a Cuba, Venezuela, Siria y ahora a Rusia, buscan causar revueltas en torno al dirigente, pero en la práctica fortalecen su liderazgo: la desnazificación es una invasión, una ocupación de una potencia extranjera que quiere provocar un cambio de ideas por la fuerza y el exterminio de quienes profesan esas ideas; y (me temo) la llamada Operación Militar Especial solo reforzará la deriva ultranacionalista, la rusofobia y el anticomunismo trasnochado.
Es de suma importancia detener el ascenso del fascismo para la seguridad tanto de Rusia y el Donbás como de todo el planeta; pero, ¿cómo cambiar las ideas de alguien que te desea la muerte? ¿Cómo dialogar con quien no quiere dialogar? China nos puede dar un ejemplo con el manejo de los uigures. Esta etnia musulmana empezó a relacionarse con los extremistas yihadistas. China apostó por la reeducación creando centros en donde se les enseña oficios y deportes, de esta forma ha logrado disminuir el número de actos terroristas. Sin embargo, esto es lento, pero ofrece una idea de cómo desnazificar o, mejor dicho, rehumanizar a un nazi/fascista.
* Centro de Estudios del Ideal Latinoamericano, S. C. Alternativa Martiana.