El diccionario define niño como alguien que no ha alcanzado la pubertad, y en Estados Unidos un menor es alguien menor de 21 años. En ese país los jóvenes tiene prohibido tomar una cerveza, pero sí pueden ir a morir en una guerra hecha para satisfacer los intereses de los políticos y sus amigos.
Más grave aún es que hoy encontramos personas que no alcanzan edad para votar y ya están en la arena de la muerte, beneficiando a los fabricantes de armamentos.
La agresión contra los niños es muy antigua. La pederastia es antigua, justificada por sugerencias hedonistas y aprovechada por clérigos que abusan de su abuso en el nombre de dios, mientras cuentan con la protección de sus jerarcas, quienes los ponen fuera del alcance de la ley.
Abundan los ejemplos del abuso de los niños; en una mirada rápida, tenemos:
Los nazis experimentaban con los niños, o simplemente los atravesaban con bayonetas, como si fuera parte de un deporte.
Boko Haram secuestró 200 niñas en Nigeria, y no sabemos cuántas fueron obligadas a casarse con sus captores.
En zonas rurales de México se venden niñas.
En zonas musulmanas se obliga a las niñas a casarse con hombres mucho mayores.
Los niños soldados existen en África y América Latina. Hamas entrena a niños palestinos en las escuelas para matar judíos. Israel no logra evitar que mueran niños en los enfrentamientos con palestinos.
Los niños sicarios son una versión de soldados al servicio de grupos criminales, hay denuncias, libros y películas que abordan esta problemática y nada evita que al parecer cada día sean más los que son “convencidos” u obligados a trabajar para el crimen.
La derecha se lanzó contra el hijo menor de AMLO, con la infame intención de lastimar a padre e hijo.
Globalmente, según SOS (https://www.sos-usa.org) a los niños no les va bien en el mundo.
Hay 168 millones de niños trabajadores que representan casi 11% de los niños (ILO).
En los países más pobres, 25% de los niños están empleados en trabajo infantil (UNICEF). Falta que nos digan el nivel de salario que les pagan, si es que se los pagan.
263 millones de niños y jóvenes están fuera de la escuela (UNESCO), de ellos se estima que 61 millones no están en la escuela primaria, y 53% son niñas (UNICEF).
69 millones de niños en el mundo sufren de malnutrición (World Bank), 45% de las muertes infantiles están ligadas a malnutrición (WHO).
En 2017, 75% de niños malnutridos vivían en regiones menos desarrolladas (WHO). Casi la mitad de las muertes infantiles menores de 5 años se pueden atribuir a mala nutrición, lo que resulta en 3 millones de vidas anualmente (UNICEF).
66 millones de niños asisten a la escuela hambrientos, de ellos 23 millones están en África.
En 2017 cada 17 segundos moría un niño menor a 5 años (WHO). 2.7 millones mueren cada año durante su primer mes de vida.
Los niños representan un tercio de la población mundial, pero son casi la mitad de los que viven en pobreza extrema (UNICEF).
Los niños son casi la mitad de los 25.4 millones de refugiados (UNICEF). Casi 10,000 niños migrantes no acompañados están perdidos en Europa (Europol). Muchos de esos niños son víctimas de grupos criminales.
Hay unos 250 millones de niños viviendo en países con conflictos, y 25% viven en zonas de conflicto o de desastre (UNICEF).
Muchos de estos casos son difíciles de perseguir, porque no hay una figura específica que se asuma como responsable de la agresión. A Mengele y los nazis la historia ya los juzgó y nadie debe olvidar esos actos de barbarie.
Pero la Corte en cambio debería enfocarse en Barak Obama, Donald Trump y Joe Biden, por detener niños y separarlos de sus padres. Con Trump el mundo se estremeció con las imágenes de niños enjaulados durmiendo en el piso y ninguna autoridad estadounidense fue castigada por esa agresión.
Muchos de los problemas que afectan a los niños son de carácter estructural, o sea que no serán resueltos con buenos discursos y donativos. Organizaciones de buena voluntad podrán paliar un poco el sufrimiento de los niños, pero posiblemente no logren desarticular la noción de que son un objeto más en luchas por el poder, ideas arcaicas y supersticiones legitimadas por valores religiosos.
Ni gobiernos, ni iglesias, ni grupos políticos, ni atrincherarse por supuestos valores culturales deben justificar las agresiones, aunque cada uno de ellos justifique agredir a los niños para sus fines revolucionarios, reaccionarios o de satisfacción ideológica.
Aunque las voces no suenen muy fuerte, hay que repetir hasta que se vuelva clamor que ¡con los niños no!
Algún día el grito tendrá algún efecto.