Esto ocurre en la fase final del recorrido que hacen por el país los seis aspirantes a la Coordinación Nacional de Defensa de la Cuarta Transformación y a estar a solo a unos días de que se hagan los estudios demoscópicos para saber quién alcanzará la nominación que será finalmente la candidatura de Morena a la Presidencia de la República.
Se habló además de una reunión en Palacio Nacional donde el presidente López Obrador se sentaría con las “corcholatas” para discutir cambios a la estrategia seguramente por el avance de la oposición y, especialmente, de Xóchilt Gálvez, que es la aspirante que se perfila como la candidata presidencial del Frente Amplio por México.
Estos ajustes a la estrategia no son extraordinarios ocurren en todas las campañas electorales y el problema, si lo hay, no se encuentra ahí, sino en algo más doméstico que es la unidad interna de Morena.
Las expresiones vertidas por Marcelo Ebrard el pasado martes son como mínimo de desagrado con la línea que baja desde Palacio Nacional para “acarrear”, “pagar encuestas falsas” y echar andar una “campaña negra incluso contra mi familia”. O al menos, así parece.
Entonces, habría que preguntarse más allá de la declaración misma de Ebrard qué efecto tendrán sus palabras en la interna de Morena si como vemos, y dice el excanciller, los dados están, estuvieron, siempre, cargados a favor de Claudia Sheinbaum, lo que llamaría a parar su campaña y no participar de esto que muchos vieron desde el principio como una simulación con cartas marcadas.
Pero Ebrard es cuidadoso y no llega a tanto, se concreta a denunciar la falta de equidad en la competencia interna, secundado meridianamente por Ricardo Monreal, y eso abre un compás, para, provocar, una negociación de lo que le interesa a Ebrard en caso de que termine por aceptar este juego malicioso que sólo no vio Marcelo y, ahora, está haciendo un cálculo y una jugada estratégica en una situación desventajosa buscando sacar el mayor provecho posible.
Y es que a Marcelo Ebrard todas las encuestas de intención de voto lo ubican en segunda posición y la diferencia varía entre ellas, aunque resulta más competitivo que Claudia Sheinbaum frente a Xóchilt Gálvez; ¿será que esa es la carta que quiere jugar en un contexto de crecimiento electoral de la hidalguense, quien en su propia interna ha dejado lejos a los otros aspirantes y se perfila como la futura candidata presidencial del Frente Amplio por México? Aunque, no desconozco, que Xóchilt Gálvez, en la consulta telefónica gana ampliamente mientras en la domiciliaria queda a solo 4 puntos de la priista Beatriz Paredes y eso puede modificar el resultado final por la acción de los aparatos partidarios que quizá es lo que quiere el presidente López Obrador. Pero ese es otro tema.
Cualquiera que sea la respuesta a lo expresado por Ebrard es que, si este pronunciamiento mediático no estuvo conversado o acordado con el presidente, solo es un chantaje, como el último intento de sacar de la jugada a la Sheinbaum, quien dicho de paso aun contando con el apoyo del presidente y la mayoría de los gobernadores no parece despertar pasiones.
O de plano, el pronunciamiento de Ebrard está en clave de rebeldía y con ella busca presionar al presidente amenazando salirse de la competencia interna y convertirse eventualmente en el candidato presidencial de MC, dada las buenas relaciones que sostiene con Dante Delgado y la búsqueda de este partido por tener un candidato capaz de lograr una competencia de tercios llevándose hipotéticamente una franja de la clase media a favor de Morena y otra del Frente.
Si resulta que no es chantaje, sino una estrategia de Ebrard que busca convertir su segundo lugar, en un primero en la intención de voto suena lógica, como la única opción que le dejan al excanciller, quien no parece estar en la tesitura de volver a ser sacrificado como sucedió en 2012.
Sabe, o al menos intuirá Ebrard, que la elección de 2024 podría irse cerrando en los meses del proceso electoral gracias al debate público, incluso las encuestas podrían indicar lo que significaría que no haya nada seguro para nadie y eso signifique, una mayor incertidumbre en la competencia y los resultados electorales.
Y eso explica que Ebrard decida jugar “fuerte”, antes que ser relegado cuando haya “candidata” morenista y, ahora, ¿cómo interpretar las palabras escuetas del presidente que en la conferencia mañanera del pasado jueves simplemente respondió a pregunta expresa que “está en su derecho… yo entiendo a Ebrard, hay inquietudes, hay dudas razonables”, es decir, la respuesta es ambigua.
Si bien dice “entender” a Ebrard, incluso afirma que “hay dudas razonables” esto tiene más de una interpretación. La primera es que “entender” no necesariamente significa estar de acuerdo con lo expresado por el excanciller, sino estar entendiendo todo lo contrario, si considera que es el principio de una traición al proyecto a las reglas que él mismo fijó y que todas las “corcholatas” aceptaron.
Incluso en esa lógica las “dudas razonables” no pueden estar separadas de si las considera una traición o quizá, significa que buscará convencerlo de mantener hasta el final y esperar su premio de consolación, que podría ser repetir en la cancillería o ir como líder del Senado. Después de esto si no acepta y se va a MC, ya veremos la campaña en contra que le hará el propio presidente y sus operadores políticos. Sería quizá más intensa que la que hemos visto con Xóchilt Gálvez.
En definitiva, esto queda en veremos, y eso significa que Ebrard deberá dar el siguiente paso con base en la declaración del presidente y el llamado que seguramente le hará para que se contenga y, es que habría que preguntarse, acaso mandando ese mensaje que Ebrard pide se envíe a gobernadores, alcaldes y, hasta la titular de la secretaria de Bienestar, ¿podrá significar algo si la decisión la tomó el presidente y la campaña en tierra ya está hecha?
Ebrard no la tiene fácil, salvo que ya haya decidido quemar sus naves y aparecer en la boleta presidencial por su opción B, aunque sea por dignidad.
Al tiempo.