Sus padres José Pedro Madrigal, comerciante; y Emilia Hinojosa, maestra. Tuvieron (incluyendo a ella) seis hijos, dos mujeres y cuatro hombres. Recordaba la vida con su madre porque su padre murió siendo ella muy pequeña. Reconocía que la imagen tierna y acogedora de su madre estaba dentro de su caminar en la vida, porque ella daba las facilidades en su pueblo y en la ciudad de Monterrey para conocer personas y sentó con esto, las bases de afecto y amor al prójimo.
Más de una vez, platicando entre nosotras, mostraba lo feliz de su niñez y la seguridad para roturar caminos y veredas desde su fe católica que la cubrió toda su vida. Conoció en la iglesia de su barrio, a las hermanas de la Congregación del Servicios Social, que agregaron el nombre de su fundadora, Ymelda Tijerina, nacida en la ciudad de Monterrey a principios del siglo XX.
El carisma de su Congregación le solicitaba votos de pobreza, castidad y obediencia, que ella con sus hermanas traducen en razones: primero teológicas, el Dios, compromiso con oprimidos; segundo, asumirse cada día con seguridad, alegría y estudios de la realidad inmediata; y tercero, entrelazarse con las comunidades en la búsqueda de cambios socioculturales para un mundo mejor en la tierra.
Su vida religiosa nunca fue estática, miraba siempre adelante, entusiasta, estudiosa a conciencia de su misión y compromiso dentro del grupo. Tuvo una vida terrenal, plena aun con su enfermedad de los últimos diez años. Con ella aprendí a pensar mejor a los personas con Alzheimer; y me digo: o se reeducan, o tienen tan interiorizadas ciertas rutinas que no las dejan. Ella leía todos los días, te decía quién era, su nombre, le gustaba cantar, bailar, disfrutar la música y las comidas, sobre todo los dulces. Siempre atenta, propia, discreta y sonriente, destilaba amor y sobriedad.
Yo me encontré con ella en los inicios de los años noventa, cuando regresó del estado de Chihuahua, donde según platicó, estuvo veinte años, tiempo en que lograron instalar allí las Comunidades Eclesiásticas de Base. Un esquema brasileño de “Nuevo Modelo de Iglesia” que trataba de incorporar a los sectores populares en la vida de las iglesias. La estrategia tomó el rumbo de la economía popular y comunitaria, además de la medicina alternativa en los aspectos, físico, emocional o mental, para que dichos grupos tivieran una razón de ser más allá de la temática de iglesia.
En esos momentos de los años noventa, se tejían redes de apoyo de mujeres y grupos mixtos. Nosotras las feministas, entonces, rescatábamos los saberes de los grupos de izquierda, de sindicalistas, de políticas en Nuevo León, estudiábamos y preparábamos la ida a Pekín con la Cuarta Conferencias Mundial de las Mujeres, de 1995; y me conecté con ella, como le decía en buena lid: “tu con Cristo y yo con Marx”. ¡Cómo aprendimos juntas con ella y sus hermanas en los talleres, a un lado de la cocina de su espacio de Espinosa! ¡Cuántas coincidencias se entablaron entre las propuestas de su postura progresista eclesial y la lucha de clases y ciudadana por un mundo mejor!
El ambiente social y cultural de Monterey, sin dejar de ser conservador, se roturaba por nuevos movimientos sociales de ciudadanías emergentes e inquietudes personales. Se creía haber desdibujado o desparecido las demandas obreras de los años treinta y sesentas y que la paz del pensamiento neoliberal estaba asentada. Sin embargo, un rico mosaico de mujeres rebeldes, llenas de energía y de emociones contenidas dialogábamos como ciudadanas y traíamos esos saberes a los talleres de autoconciencia. Se buscaba trascender espacios políticos, religiosos, familiares, educativos y políticos; iniciar el Milenio Feminista con pasos firmes a un orden real y simbólico nuevo.
En concreto, el devenir histórico de los últimos cuarenta años en la Zona Metropolitana de Monterrey registra una unión de mujeres de diversas ideologías y trazos políticos múltiples, donde Marianela (“Nela”, de cariño) está presente. Hoy doy sólo algunas pinceladas.
Ella, apoyada por la Red Salud Popular de México y de América Latina, implementa la Escuela de Promotoras y Promotores de Salud Popular en la calle de Arista y Espinosa, en el centro de la ciudad de Monterrey. Desde la Red de Género y Economía trabajamos “espacios de mujeres” en las colonias populares, para que se capacitaran en proyectos de economía popular y tuvieran herramientas de economía mínimas para salir adelante.
Fuimos juntas a varias ciudades de México, a las reuniones de la Red de Género y Economía, para aprender de la economía solidaria, de sus formas de producción y comercialización. Las reuniones anuales, ya en Mujeres para el Diálogo, ya en la REDGE, no terminaron; y ella me dejó en su lugar porque precisaba estar en tareas de su espacio religioso. Así que tomé la batuta y hasta ahora la sostengo con honor y responsabilidad de economista feminista.
La vitalidad de Marianela no se acaba. En el año 2000, le acompañé junto con otras colegas en la preparación de la Marcha Mundial de las Mujeres a nivel local, donde tuvimos la coordinación nacional fuera de la ciudad de México; luego pasó a Chiapas. Allí aprendimos de la situación del sector de mujeres indígenas y comó canalizar recursos financieros y humanos a sus causas de cambio del sistema capitalista. En lo personal, no pude llegar a New York por la pérdida física de mi señor padre. Como quiera el balance de nuestra sección (Nuevo León) lo trabajamos, porque las redes de mujeres rendimos cuentas financieras y de los avances o retrocesos ideológicos.
Mas adelante, juntas apoyamos la consulta ciudadana de las comunidades zapatistas y a la caravana de ellas y ellos en nuestra zona. Una reunión nos permitió preparar estudios de la Ley de las Mujeres Zapatistas y cómo la situación de ellas ha estado condicionada por su sexo y roles de género. Las luchas colectivas sobre los derechos de las mujeres después de Pekín (1995), que decreta que los derechos de las mujeres son derechos humanos, la motivaba a decir con toda prudencia y humildad: “las religiosas tenemos una labor importante que hacer y es difundir en nuestras congregaciones que este milenio es el Milenio de las Mujeres. Ojalá y lo sepamos manejar con sabiduría, entereza y llegar a niveles de igualdad y de equidad entre los seres humanos” (entrevista que aparece en el libro El polen que se esparce en el desierto, UANL, 2000).
Nunca se asumió feminista, sin embargo, tendrá siempre amigas y admiradoras feministas de todo el país; nos acompañó con su sabiduría y lucidez comprometida y cómplice. Todavía hasta el 2002 (de manera amplia) estuvo en la organización del Foro Alternativo de las Organizaciones de la Sociedad Civil.
El Foro Global: Financiación para el Desarrollo Sustentable con Equidad se trabajó dentro de los esfuerzos de la Conferencia Mundial sobre Financiación para el Desarrollo de la ONU, en las instalaciones de CINTERMEX. Le tocó a Milenio Feminista, como Red Nacional Mexicana y Local, donde la que escribe era la representante local y parte del comité nacional, la tarea de buscar los enlaces locales. Marianela y sus hermanas facilitaron parte de su espacio físico, de la calle Espinosa, para que estuvieran las oficinas del Foro Alternativo; y asumió una complicidad y participación fuerte, sin que eso la comprometiera con sus disciplinas religiosas. Siempre le he agradecido sus silencios y consejos para soportar presiones y mirar con dulzura las envidias y frustraciones que las mujeres en esas formas de decisión política tenemos.
Marianela siempre estuvo alerta y dispuesta a la apertura democrática y a las iniciativas de las comunidades que se decantaban a temas de mujeres y de financiación. Temas de larga data en las redes de mujeres en que nos encontramos de la mano por algunos años. Ella tomó a su cargo varios aspectos del manejo económico y administrativo del Foro Alternativo. Si bien el peso de su organización estuvo en Milenio, había muchas más organizaciones nacionales e internacionales que cooperaron a su realización y a los acuerdos que presentamos en el Foro Global de Representantes Políticos de las Naciones, y del que se desprende El Consenso Monterrey.
Sirva este recuento de trozos de vida de Marianela para comprender su preocupación por la salud del cuerpo y alma de sus semejantes. Poner en perspectiva su agudeza intelectual, su claridad con propuestas de acción solidaria y afectuosa y con detalles gratos de convivencia humana. Siempre la llevaré en la memoria; y más cuando mire a una niña o un niño saboreando una paleta de leche “Coronado”.
¡Caminará junto a nosotras y será el modo de seguir juntas!