Austin.- A diez años de la tragedia que destruyó a la familia Fraire-Escobedo nos preguntamos si la visibilidad del caso fue un parte aguas en la violencia de género y posiblemente lo sea.
Ahora tenemos más información sobre la agresión contra la mujer pero debemos preguntarnos si nos informan mejor o si en efecto los casos se han incrementado, porque no hay duda de que no se han reducido. Es un avance que el feminicidio haya sido tipificado como delito, aunque eso no garantice la efectividad para frenarlo y castigarlo como vimos en el caso de Marisela Escobedo.
Se estableció la Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres (AVGM) que debe activar acciones concretas de los gobiernos. Se han declarado en 19 entidades del país (el Estado de México tiene doble alerta), y aunque se duda de la eficacia de la alerta para reducir la violencia, por lo menos sirve para sensibilizar a la sociedad.
En 18 de las 19 entidades con alerta, de 2018 a enero de 2020, crecieron las denuncias por delitos contra la libertad y la seguridad sexual (abuso, acoso y hostigamiento sexual, violencia equiparada y sexual e incesto), mientras que en 11 aumentaron los feminicidios.
El incremento en el número de mujeres asesinadas responde a varias causas: algunas son parte del crimen autorizado, otras son asesinadas por ser periodistas y posiblemente la mayoría son asesinadas como efecto de la violencia familiar (machismo), causa en la que creo debemos concentrarnos.
En la década de los noventa se comenzó a recabar datos e información sobre la violencia contra las mujeres en México. A finales de 2019, el INEGI reportó que 66.1% de mujeres mayores de 15 años (30.7 millones) fueron violentadas de alguna manera, 43.9% fue ejercida por su esposo o pareja actual. En 2018 se registraron 3,752 defunciones por homicidio de mujeres, el más alto registrado en los 29 años de 1990-2018. En 2018 fueron asesinadas 946 mujeres, y para 2021 en promedio 10 mujeres son asesinadas diario; entre enero y mayo de 2021, 13,631 mujeres huyeron por la violencia y se realizan 38,316 llamadas anuales denunciando la desaparición de mujeres.
Las formas de violencia contra la mujer son múltiples y garantizan la reproducción de una percepción y narrativa cultural anti-mujer, que no es fácil derrotar. Hubo necesidad de legislar para forzar la equidad en política, aunque el INE continua con dominación masculina en sus comisiones, y los partidos políticos ejercieron violencia al negarle financiamiento a mujeres en las elecciones.
La proclividad a la violencia contra la mujer se deriva en parte de los aspectos estructurales que configuran una cultura muy específica.
De entrada consideremos las tres religiones monoteístas que son misóginas, ven a la mujer como inferior o inexistente para ciertas tareas (sacerdocio por ejemplo). Identifican a la mujer con el mal (Eva y la expulsión del jardín del Edén); la colonia española equiparó a la Malinche con la Eva del pecado original y en el México actual, los comentocratas denominaron a la primera secretaria de gobernación como florero. Mujer en el Islam carece de derechos considerados garantías por “occidente”.
La violencia de género no está asociada con un sistema político. Finlandia ocupa el primer lugar en el índice de felicidad, ocupa el primer lugar mundial en educación y el segundo lugar en la Unión Europea como país más violento contra las mujeres; un escalofriante 47% de las mujeres han experimentado violencia física o sexual, las desigualdades crecientes y la exclusión social se acumulan y se traspasan generacionalmente afectando a la mujer en el futuro.
Afganistán último lugar en el índice de felicidad, acaba de prohibir que las mujeres vayan a la escuela.
Estados Unidos que se reputa la mejor democracia del mundo, ocupa el 19 lugar del índice de felicidad, pero en 2006, fueron violadas o asaltadas sexualmente 600 mujeres diarias o 232,960 en el año; en 2005, 1,181 o sea 3 diarias, fueron asesinadas por su pareja, y para 2018, 1,946 mujeres fueron asesinadas, cinco diario; una de cada cinco será violada o sufrirá agresión sexual en la universidad. Bien dicen las psicólogas que esta agresión es la búsqueda de poder, cuestión que reclama intervención urgente.
México es un sistema autoritario ocupa el lugar 35 del índice de felicidad y se victimiza a las mujeres.
La agresión a la mujer es un problema global resentido en todas las culturas y países. Es un riesgo para la democracia porque refuerza la desigualdad y discriminación, una sociedad que agrede a la mujer agrede a todos aquellos que se consideran “diferentes”.
El mundo debe moverse hacia un proceso cultural radical para cambiar la percepción de la mujer y los gobiernos para diseñar sistemas de intervención para prevenir y castigar con energía la agresión contra la mujer.
Ya sabemos que tan grave es el tema, ahora hay que movernos hacia las estrategias de intervención.