GOMEZ12102020

Matilda, de Xitlally Rivero Romero
Eligio Coronado

Monterrey.- Matilda* es un ejercicio narrativo que emplea la estructura de un diario personal para desarrollar una historia que se debate entre la cotidianidad del amor.

     Por momentos, parece que la autora, Xitlally Rivero Romero (Tizayucan, Hgo, 1985), juega con el texto y con nosotros. Así lo indica la informalidad con que incorpora elementos varios a su trama, como canciones, poetas, definiciones, llamadas, noticias, mensajes y reflexiones, entre otros.

     Desconcierta que el personaje masculino tenga nombre femenino (Matilda) y que, a veces, la voz narradora (Sofía) se asuma como Matilda también: “Yo soy Matilda. Siempre Matilda” (p. 112).

     ¿Lo dice porque en el enamoramiento uno se unifica con el ser amado? ¿O tendrá curiosidad de saber lo que piensa él de ella?

     Recordemos que en literatura todos los moldes deben romperse y no navegar sobre las mismas aguas siempre. Hay que experimentar para avanzar.

     En este sentido, Matilda se burla de las identidades establecidas socialmente para hombres y mujeres y coloca en la mesa de discusión ese tema: ¿deben los hombres emplear obligadamente nombres varoniles? Lo cual nos lleva al territorio de la diversidad sexual y, de allí, al de los derechos humanos: “Dice que es Matilda, mi amante, mi novio, mi esposo” (p. 139).

     Esta indefinición genérica (Sofía es Matilda, Matilda ama a Sofía, Matilda es un chico) podría confundir al lector inexperto, pero al mismo tiempo le aporta repercusiones inesperadas a esta novela juvenil, al no limitar a Xitlally a los esquemas tradicionales de masculino-femenino y, además, heterosexuales.

     Al mismo tiempo, reitera el dominio que ella tiene sobre sus personajes, tratándolos como ella desea (esclavos, subalternos, compañeros, amigos, familiares, etc.).

     Y es por eso que no debe sorprendernos que Sofía tenga una aventura sexual con otra chica, instigada nada menos que por ¡Matilda!, para que quede claro que su relación es totalmente abierta: “-Entró en el baño, síguela –ordenó Matilda. Yo la seguí. (…) Apagué la luz para no tener miedo. Una brisa blanquecina y olorosa. (…) Un encuentro, indefinido (…). Una caricia tibia que transforma, hasta abrirse. Cuatro pétalos que conducen al abismo. Dos roces húmedos, continuos. Simultáneos. Un algo que ablanda. Que funde. Que enardece. Que sofoca” (p. 126).


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*Xitlally Rivero Romero. Matilda. Monterrey, N.L., Edit. UANL / Acero, 2020. 142 pp.