Mazatlán.- Si nos atenemos a las cifras que ha hecho pública la plataforma de Salud Pública del estado, los pronósticos que hicimos de los resultados que tendría el Carnaval Internacional de Mazatlán, felizmente, no se cumplieron, aun con la temeridad con que se organizó y el fracaso de los protocolos imposibles de cumplir en escenarios tumultuarios y relajados.
El semáforo verde, el número de contagios y muertes no salieron de los niveles “normales”, incluso bajaron y aquello hizo aparecer de que las concentraciones humanas, al menos hoy, no son un riesgo para la salud.
Sin embargo, bien se dice en el medio médico, que mientras haya un caso de coronavirus, se debe conservar el cubrebocas como medio de protección y ahí está el caso del salto de la variante delta a la ómicron, que muestra la dinámica de este tipo de virus.
Aun así, o por ello, el gobernador, más el alcalde de Mazatlán, hablan de que hay que valorar quitar los cubrebocas en los espacios públicos –de hecho, miles ya no lo usan, ya se desatendieron, y se va lo siguiente en su rutina diaria–, pero el riesgo sigue latente.
¿Qué es lo que viene?
En materia de salud está la dinámica cotidiana de los hospitales que felizmente reabre espacios que fueron clasificados como espacios Covid-19 y que dejaron fuera de atención personas que tenían fechas asignadas para cirugías de males congénitos, degenerativos o simplemente accidentes que reclamaban intervenciones rápidas.
Y que muchos de ellos, en la etapa más difícil de la pandemia, se les recomendaba que llevaran la atención en sus hogares por los riesgos que representaban los hospitales especialmente para los sectores más vulnerables de la población.
Se habla de que 98 por ciento de las camas Covid-19 están desocupadas y eso representa una buena noticia para quienes sobrevivieron a sus males en esta larga espera.
Igual sucede en la economía, que en la etapa más álgida provocaron cierres de empresas y despidos o reducción de salarios, las cifras de Codesin indican una recuperación de la economía estatal y eso es un incentivo para la gente, el gobierno y sus políticas públicas.
Ahora la sombra de la incertidumbre parece venir de lejos, de más de 15 mil kilómetros, y es la guerra ruso-ucraniana, que no sólo está significando la pérdida de vidas, la destrucción de inmuebles e infraestructura, sino la migración de millones de personas a las que les cambió repentinamente la vida y que hoy viajan con desasosiego a los países de Europa occidental en calidad de refugiados.
Pero decimos que la incertidumbre viene de lejos porque estamos en una economía globalizada y la guerra ha sacudido los mercados internacionales, las bolsas de valores y el primer efecto ha sido la subida de precios de las materias primas y eso tarde que temprano nos alcanzará a los sinaloenses. Ya la gasolina empezó a subir sus precios y sabemos, por experiencia, que cuando suben los energéticos también se dispara la inflación.
El gobierno de López Obrador hace esfuerzo por contener la subida de estos precios, pero es cuestión de tiempo para que se libere lo insostenible y eso habrá de afectar especialmente a los sectores sociales más vulnerables, a los que la pandemia afectó directamente y que hoy buscan recomponer sus vidas.
Son tiempos que deberían animar a la concordia social y política, sin embargo, los sinaloenses estamos sufriendo los efectos de la discordia que domésticamente percibimos en batallas que van desde los desfiguros del alcalde de Culiacán, que muy pronto estará sujeto a juicio político, hasta la confrontación del gobierno del estado con las secciones 27 y 53 del SNTE, y la batalla de baja intensidad que se libra en el primer círculo del grupo gobernante, y por extensión, la UAS, que sufre una acometida mediática por un adeudo multimillonario al SAT.
Se dice en política que las batallas se deben escoger para evitarse desgastes y derrotas innecesarias, además de evitar tener varios frentes abiertos, lo que eleva la presión política en el estado y deja pocas reservas para actuar cuando aparezca los verdaderos problemas en la economía y la sociedad.
El control político se ha vuelto una obsesión del gobernador Rocha Moya y debería ser resuelta en clave democrática, de tal que manera que mediante el diálogo y la negociación se construya y se resuelvan los problemas de Sinaloa; la apuesta no puede ser como sucedió con el ciclo a la baja de los contagios y muertes, por la suerte, porque hay todavía un millón de sinaloenses que no tienen la vacuna o el esquema completo de vacunación.
La política es prevención y no se está viendo, porque ganan las emociones y el relajamiento que parece un nuevo virus.
Al tiempo.