GOMEZ12102020

Me mañanearon
Samuel Schmidt

Austin.- Una de las mentiras de los mexicanos, dice el chiste, es mañana te pago. Sin embargo, más allá de la broma, usted esta expuesto a que lo mañanen en cualquier cosa, trátese de alguien que le hace un trabajo y promete que mañana regresa para terminar, alguien que le conseguirá un dato y mañana le llama para entregárselo, un político que le dice mañana te llamo, o por supuesto alguien que le pide prestado y mañana se lo paga.

     El mañana como concepto de tiempo, de concreción, está inmerso en la cultura mexicana y frente a el hay reacciones y sentimientos encontrados.

     Mañana quiere decir que no es hoy; mañana es un concepto que excluyéndose de la realidad concreta entra en el terreno de la probabilidad, algo sucederá posiblemente pero no es hoy y no tenemos la certeza de cuando suceda; lo peculiar del asunto, es que como está socialmente aceptado que de alguna manera es una evasión sobre la certeza, nadie debe enojarse si las cosas no suceden como deben suceder, a final de cuentas el que se lleva se aguanta y todos tenemos la oportunidad de decir mañana, aunque nos moleste que nos lo digan.

     Pero aunque está aceptada culturalmente la indefinición temporal del mañana, los hay que protestan ante la posposición de lo que debió haber sucedido hoy.

     Pero la sociedad es creativa y le agrega énfasis a los conceptos para vencer las resistencias de los incrédulos en que mañana puede suceder: mañana a más tardar, mala señal; mañana sin falta, peor señal; mañana, te doy mi palabra de honor, estamos fritos.

     Esto está conectado al principio de la creencia en las promesas, así cuándo un diputado te promete que te llamará mañana tu estás seguro de que eso no sucederá ahora, pero la promesa entra al terreno de lo posible, tal vez porque así lo deseas, el diputado te llamará en algún momento; sin embargo, si cuando el evento en cuestión se aborda con un ahorita le procesamos su solicitud de entrevista con el diputado, quiere decir que la probabilidad de que suceda ha bajado, si le dicen ahoritita mismo le resuelve el diputado, de usted por perdido el asunto porque seguramente no sucederá. Algo hay en la cultura mexicana que correlaciona inversamente el diminutivo con la certeza.

     Aquellos que les gustaría vivir con puntualidad inglesa pero llegan tarde a la menor oportunidad, reclaman por lo que creen es informalidad. ¿A qué responde eso? No la queja hipócrita que le exige puntualidad a los demás mientras preserva la impuntualidad propia, sino cómo se acomoda en la psique mexicana el vivir con indefiniciones y realidades probabilísticas.

     Una explicación posible puede ser la transición mexicana de la sociedad rural a la industrial que conlleva esa imprecisión del tiempo. El tiempo rural se basa en el ciclo solar, la gente trabaja de sol a sol, o sea cuándo hay luz del día, y las actividades fuera del trabajo se posponen hasta que terminan las tareas, ante una invitación responden, cuando termine voy, que también puede ser mañana. La urbanización modificó esos términos, entre otras cosas, la jornada de trabajo se limitó legalmente sacándola del dominio de las exigencias naturales, la energía eléctrica rompió la limitación de la falta de luz solar y el ritmo urbano impuso pautas de tiempo.

     Entonces, el mañana puede mostrar ¿falta de respeto? Tal vez, si todos usamos el mañana para quedar mal, entonces la falta de respeto se democratiza porque nadie respeta a nadie.

     Puede ser falta de madurez ante una muy larga transición entre la sociedad tradicional a la sociedad moderna.

     Acaso México puede estar en medio de una modernidad limitada donde conviven las exigencias industriales y urbanas con la mentalidad rural, y por eso, mientras se cumple con los horarios fijados, a veces a regañadientes o porque no hay opción, a la menor oportunidad se vuelve al terreno de lo probabilístico.

     Una visión más, es la ineficiencia en el sistema lo que permite transferir la culpa del mañana, que siempre será de otro, esto se acomoda muy bien con la proclividad a rehuir la responsabilidad, como por ejemplo, decir que algo se rompió cuando uno hizo el estropicio, o el trabajador no llegó mañana a reparar porque se le murió la mamá, se le murió la abuela, se rompió algo, o el gobierno tiene la culpa. Y bueno el gobierno siempre tiene la culpa aunque mañana llegará el cambio.