Monterrey.- La última semana de marzo de 1925 sesionó en Montevideo el Congreso Internacional de Iglesias Cristianas. A esta reunión fue invitada una pléyade de intelectuales latinoamericanos, entre los que figuraron la chilena Gabriela Mistral y el argentino Alfredo Lorenzo Ramón Palacios (primer diputado socialista de América Latina) quien se negó a asistir, y en una carta pública denunció la complicidad de las iglesias estadounidenses con las políticas intervencionistas de la Casa Blanca en América Latina. Al conocer la respuesta de Palacios, Gabriela Mistral dio inicio a un breve intercambio epistolar con el profesor universitario, legislador y figura emblemática del socialismo argentino, entablándose así un dialogo fraternal acerca de la religión y en especial de la fe cristiana en sus vínculos con la educación y la política.
Vasconcelos, no podía estar ajeno a este debate epistolar, pues era amigo de ambos personajes y todavía líder moral de toda una generación de intelectuales dispuestos a regenerar la política y la cultura continental. Las referencias a su persona y a sus propuestas obligaron a Vasconcelos a fijar una postura.
Palacios se formó en la fe cristiana pero luego de algunas desilusiones, la abandonó para seguir el socialismo. Cuando Palacios empezó a ejercer la abogacía colocó una placa en su despacho con la leyenda: "Dr. Alfredo Lorenzo Palacios atiende gratis a los pobres". En 1904, Palacios fue el primer legislador socialista de América. Como diputado o como senador siempre estuvo a favor de los trabajadores, las mujeres, los niños, los ancianos y los jóvenes. El llevó al seno del Congreso la temática de la mujer y el voto femenino. Su austeridad le valió una vida de grandes privaciones en sus últimos años y falleció en absoluta pobreza.
En este escrito quiero destacar y compartir con ustedes algunos párrafos de la carta que Vasconcelos le envió a Palacios a propósito del debate epistolar que sostuvo con Gabriela Mistral, que dice: Veo en Gabriela y en usted dos grandes cristianos prácticos, cristianos de verdad, que por lo mismo no pueden ser católicos. Usted procedió como verdadero cristiano cuando obtuvo del Congreso argentino una ley protectora de los trabajadores explotados por los terratenientes, quienes, por lo general, son excelentes, irreprochables católicos, pero viven de violar a diario la ley de Cristo.
Así que yo vea, no digo la Iglesia, sino siquiera algún sacerdote que se pone enfrente del explotador para defender a los débiles, creeré que ese hombre, aun siendo católico, está animado del espíritu de Cristo. La esencia del cristianismo es la ternura para nuestros semejantes. Esa ternura apareció en San Francisco y por poco lo excomulgan... Andan ahora haciendo el papel de perseguidos en Chile, después que alentaron y aplaudieron el golpe de los militares chilenos. Aquí, en cambio, andan dichosos, insolentes… La preocupación por el problema religioso, por el dogma, nos llevan a coincidir con la doctrina católica… frecuentemente me he declarado yo católico, en el sentido de que creo en la doctrina de la Iglesia… Pero me he convencido de que esa convicción más bien me aparta que me acerca a la Iglesia. La Iglesia no representa la religión, sino la liturgia. Está en estos instantes detrás de cada movimiento de reacción.
Adelante, mi querido amigo; soy uno de los que le seguirán en nombre de Cristo, que no es monopolio de frailes. Nunca podrán comprender los católicos que Cristo está más cerca, mucho más cerca, del atormentado Carlos Marx que del iluminado Tomás de Aquino.
Creo que el socialismo moderno es un intento de aplicar la ley de Cristo; si por no querer y no poder ser católicos nos niegan el derecho de creer en Cristo, nada importa que nos llamen anticristianos.
Cuando yo sepa que la Iglesia ha librado una sola batalla en favor de los desheredados, pensaré que acaso Cristo vuelva a su seno. Pero, entretanto, ME VOY CON LOS ATEOS, si los ateos imponen la justicia”.
(Firmado) José Vasconcelos.