Monterrey.- Ayer murió en Ciudad de México mi amiga Regina Zárate, doctora en Letras. Bellísima por dentro y por fuera, a Regina la venció el Covid-19. Luchó hasta el final con valentía y coraje. En honor a ella diré estas estrofas: “No te enorgullezcas Muerte, hoy por tu victoria / Porque Regina sigue viva en mi memoria”.
La última vez que hablé con Regina, fue por Zoom. Grabé la charla, porque ella me lo pidió. No sabía mi amiga que dejaría este mundo un par de semana después, así que ese video quedó como testimonio postrero.
Otro día les cuento sobre esa bella plática, porque mi amiga se nos fue apenas ayer y cuando la muerte es reciente, prefiero guardar silencio. Les doy por lo pronto un adelanto.
Mi amiga pasaba cualquier experiencia de su vida por el filtro de la literatura. Yo también tengo ese curioso hábito. Por ejemplo, a los dos nos gustaba el teatro de Juan Ruiz de Alarcón, lo mejor de la Nueva España junto con Sor Juana, aunque yo soy un diletante en el tema y ella era toda una erudita.
Casualmente hace unos días me puse a estudiar la obra de teatro “La verdad sospechosa”, que escribió Alarcón en 1618. Pero no quise agobiar a mi amiga con asuntos que conocía mejor ella que yo.
Así que para distraerla, le hablé de otra cosa. Por ejemplo, que aquí en Monterrey, los partidos políticos pusieron a gente de la farándula como aspirantes a diputados, cuando debieron poner a médicos o expertos en este problema social tan grave que padecemos. Quizá sea la continuación de los políticos que se creen astros de la farándula.
“¡Eso está también en Alarcón!”, casi me grita Regina, y corrió a hojear las obras completas del mejor dramaturgo mexicano. “Escucha esto, Eloy: Ser famoso es gran cosa / el medio cual fuere sea. / Nómbrenme a mí en todas partes / y murmúrenme siquiera”.
Es lo que mismo que opinan de sí mismos muchos influencers y políticos actuales. Y eso explica por qué ahora las candidaturas a diputados se las dieron irresponsablemente a gente del espectáculo, youtuberos y presentadoras del clima.
“Si”, me contestó ella, “es que los personajes de Alarcón son como influencers del siglo XVII. Y se ambientan en las calles de Platerías, que eran como los centros comerciales de aquella época. Como Perisur y allá en tu tierra Fashion Drive. ¿Así se llama, no?”
Alarcón fue el cronista de lo frívolo, la moda hueca y la superficialidad de la Corte de Madrid. Esa crítica tan irónica de las costumbres plebeyas de su tiempo no la tuvo ni Calderón de la Barca ni Lope de Vega. Tuvo que ir un “indiano” de México a España, en 1600, a enseñarles a los españoles cómo hacer teatro “social”.
A Alarcón le pagaron su afrenta los peninsulares con casi tres siglos de olvido e indiferencia intencional. En México también montamos poco a nuestro mejor dramaturgo pero no por mala fe, sino por ignorancia. Y porque los conocedores y eruditos que divulgan a este gran autor de la Nueva España, los está matando el Covid-19, como a todos nosotros. Descanse en Paz mi amiga Regina Zárate.