PEREZ17102022

MICROCUENTO PARA PENSAR
Shaki y Babalú
Tomás Corona

Monterrey.- Cada día, hora, minuto, segundo, cada instante fugaz; las redes se inoculan de morbo. Y entonces comienza el carrusel de los también morbosos y perturbadores “asegunes” de los opinantes. No importa el personaje, ni su condición, estado, nacionalidad, género, edad, profesión, credo. Como “conejillos de india”, “ratas de laboratorio”, “patitos de feria” llagas expuestas, centros de tiro al blanco, puestos como “tírenle al negro”, van desfilando por la pasarela del escarnio, mostrando su morbidez corporal, sus sentimientos más oscuros, sus pasionales devaneos y, con ello, su miseria humana.

Con desparpajo, sin escrúpulos, van exhibiendo su desdicha, su culo, su desdén, sus “tetas”, su despecho, su pene, su rabia, sus nalgas, su desamor, sus “guevos”, su soledad interior, su impudicia, su inestabilidad psíquico-emocional, sus pelos, su dolor… Nada importa, ni la ausencia de valores ni la pérdida de la intimidad, nada detiene ese ignominioso proceso en el que la persona es destazada en cuerpo y alma, pero hay una clave, “eso” (como la terrorífica “only fans”) produce una inimaginable cantidad de dinero a costa del los enajenados espectadores, quienes, a través de sus aportes económicos y sus torpes comentarios dejan entrever sus demonios.

Hubo dos casos específicos que llamaron poderosamente la atención, el de una decadente cantautora de origen colombiano de la que alguien dijo: “es solo una “chaquirilla”, como se autonombra, una flacucha nalgoncita con suerte que sabe mover muy bien las caderas y más que cantar, berrea como una chiva, por su pésima dicción”. Cabe decir que causó envidia en García Márquez, cuando, por ser ella un jugoso producto mediático, le reclamó que ganó en un año todo el dinero que él apenas pudo obtener en una década. Ella, a través de una bien intencionada canción, por sus alcances económicos, mostró su matrimonio roto, como si no se supiera que la putería es el “pan de cada día” en el oropel de la “artisteada”, en el que ellos y ellas cambian de pareja como cambiar de calzones.

El otro caso el de un perfecto desconocido, al menos para la gente común que ahora lo idolatra, es un rapero tatuado y calvo quien es cantante, pero no canta, como tantos productos de la publicidad (ahora perversión mediática) que andan por allí. Este wey, que pocos saben su verdadero nombre, salto a la fama temporal por un video porno que subrepticiamente se filtró en las redes, en el cual muestra su pene con implantes subdérmicos, comúnmente en forma de perlas, aunque pueden ponerse otras figuras, que se insertan en la piel del miembro viril a través de una técnica llamada “pearling”. Eso fue suficiente para desatar la doble moral de los espectadores, sobre todo de las féminas.

Ni los artistas, políticos, deportistas, rateros, asesinos, gays, prostitutas, profesionistas, delincuentes, así como la gente común, hombres, mujeres, ancianos, adolescentes, infantes, nadie escapa de las redes sociales, donde todo se compra y se vende, hasta la dignidad. Indudablemente, son una clara muestra de la venalidad exacerbada en todos los sentidos, sexual, espiritual, moral, comercial, ideológico. Hoy más que nunca, en vez de aprovechar las redes con fines educativos se usan para mostrar la descarnada pobreza intelectual y ética de una sociedad que se vuelve cada día más indolente y corrupta. Mísera herencia para las nuevas generaciones.