Además, habré de señalar todas las problemáticas socioambientales, demográficas, políticas (esas ya comenzaron), de vialidad, inequidad laboral (porque seguro traerá a sus directivos extranjeros pedorros como jefes que ganarán lo que quieran), de movilidad, económicas, así como el impacto bio-psico-social que generará su “gigafactory” en los santacatarinenses y en todos los habitantes de los conurbados municipios que rodean a la populosa urbe. Además del “trancazo” de broncas que ya tenemos por acá y que nadie ignora, así que no tiene caso refrendarlas. Por otra parte, es ilógico pensar que una millonaria armadora de autos usará agua “tratada”, “¡par favaaaaarrrr…!
Surge una pregunta clave: ¿quién le vendió el gigantesco terreno? Porque seguro tenía un dueño, o varios. Recordemos la dudosa, increíble, y “triste” historia de “Peskorea”, donde aquello parece una mini ciudad habitada por extraterrestres de ojos rasgados que “no se rozan con la plebe”. ¿Por qué lo permitimos? Habrá mucha “lana”, quizá, pero no para todos, solo para “Usté” y su séquito empresarial, y tal vez progreso que solo ensanchará más la brecha entre ricos y pobres, porque francamente no creo que venga a “regalarnos” sus dólares; y eso de “mejorar la calidad de vida” es solo un mito que no va con los obreros asalariados, quienes gastan sus mejores años a cambio de un raquítico sueldo y una pensión miserable. Otra preguntita: considerando la automatización robótica contemporánea, ¿habrá empleados mexicanos, digamos, por lo menos afanadores y porteros?
Le aviso, aunque para nada le importe, que mi exprimida pensión de profesor jubilado jamás alcanzará para comprarme uno de esos autos raros que “Usté” fabrica, es decir, resulta obvio que no se van a vender aquí, aunque la planta armadora y ensambladora esté situada en Santa Catarina. O muy pocos los comprarán, solo los que tienen “sangre azul”, pero más pedantes y soberbios que los linajes de otras partes del mundo (los “ricos pobres”, les dicen en mi rancho), y quizá las hábiles “tiktokeras” emprendedoras también, así como los infaltables, cínicos, consentidos y desvergonzados “juniors”, a los que papi les satisface todos sus caprichos
Desde mi particular punto de vista, con el consabido pavor por la censura, “Usté” no tiene nada que hacer aquí. Ya estamos hasta la madre de empresotas extranjeras que vienen a “invadirnos”, a robarse nuestro dinerito a cambio de mano de obra barata (demasiado barata, diría yo). Al parecer estamos volviendo a los tiempos de Tata Cárdenas, pero en esta ocasión nadie va a actuar a favor de los nuevoleoneses para impedirlo; por el contrario, todos le ponen “alfombra roja” (pinche interminable malinchismo). Su intromisión será convertida también en un jugoso botín político (o ya lo es) para ya sabemos quién. La “gigafactory” se hubiera establecido mejor en Indonesia, quizá saldría más barata la inversión, pero me permito “el beneficio de la duda”. Queda como tarea esta reflexión. Al menos en México, ¡qué caro es el precio que se tiene que pagar por el progreso!