Infortunadamente, aún considerando su trasfondo ético y organizacional, son pocos los que siguen y atienden las indicaciones señaladas. Quienes las construyen tienen muy claro el objetivo que pretenden lograr, pero, ¿tendrá sentido crearlas, definirlas, exponerlas si nadie les hace caso? ¿Por qué sucederá esto? Aquí cabría preguntarse, a costa de lo que es normal (y normativo), o no: ¿La normalidad es natural o creada?¿Quién marca los límites de la normalidad.? ¿El clero pederasta y quema brujas? ¿El perverso y mal intencionado demonio? ¿Dios? ¿Las inmoladas leyes? ¿La Carta Magna más completa y más violada del mundo? ¿La policía?
¿El convenenciero, mordaz y despiadado entorno familiar? ¿Las abuelas consentidoras, con sus añosos consejos y su rancia estirpe? ¿Los patriarcales, machistas y obcecados abuelos? ¿Las simpáticas, corrosivas y retrógradas tías “quedadas”?
¿La anquilosada y anacrónica escuela? ¿Los retrógrados y enajenados profesores? ¿La misma sociedad que se retrotrae así misma en su propia corrupción?
Solo uno sabe, desde su unicidad y particularidad humanas, desde su dulce o amargo “expertise”, hasta dónde es capaz de llegar.