Monterrey.- Los santos y los diablos, los circunspectos y los pecadores, todos la llevamos como cefálico ornamento. Unos tan fuerte que, como lámpara incandescente, irradia centellantes luminiscencias cuando se agitan por alguna emoción o la evocación de algo hermoso. Otros a media luz, tintineante, difusa, como foco descompuesto, son los inseguros que dudan de su fe, (no religiosa, que conste), de su capacidad y talento para transformar el mundo, de hecho, todos podemos, aunque solo iluminemos tenuemente. Y los hay, de plano, tan perversos que no se les ve nada, solo oscuridad a su alrededor, aléjate de esos de turbia mirada y torvo pensamiento, lobos disfrazados con piel de cordero, son los abyectos que adoran al becerro de oro y, para lograr sus fines, van destruyéndolo todo a su paso. ¿Y qué tal anda tu aura…?