Amanece. Aunque el puto recibo jamás llegó, sales despavorido de casa pensando en los inconvenientes que eso implicaría.
Llegas rápido a la sobria oficina de CFE y afortunadamente la fila es muy corta, solo dos personas delante de ti.
Atienden a una, atienden a la otra, y un vejete que te agandalla el turno se acerca con la empleada y le pregunta no sé qué cosa.
Son tres las servidoras públicas. La primera sigue atendiendo a un tipo, la segunda se levanta y va a una oficinita muy mona y se pone a platicar, entre risas, con la jefa. La tercera se levanta para hacer “pis” (lo supones porque se dirige a otra área de la larga estancia y desaparece tras una puerta).
Te carcome la espera, mientras que ellas, muy monas, se roban tu tiempo como si nada.
Una se hace pendeja en la computadora, otra sigue ocupada y por fin una te llama después de acicalarse el cabello un buen rato.
Le explicas, entre desesperado y angustiado, lo del abrupto mensaje del pago vencido. Morosamente revisa en la máquina tus datos con el recibo anterior que le llevaste, y responde: “Ah, no se preocupe, su pago vence hasta dentro de tres días, es solo un aviso previo”. -Pero entonces porqué dice que está vencido y programado para corte, ¿deja uno sus ocupaciones y viene rápido por un mensaje falso…?
–No, es falso, así lo ponen, sale en “automático”; pudo haber llamado o usar la “app” para evitarse la vuelta.
–Para qué, si nunca contestan y no sé usar la “app”; mejor sugiérale a quien corresponda que ya no envíen ese mensajito alarmante y “automático”.
Como quiera pagas lo del recibo y sales encabronado por el mal rato que te hicieron pasar.