A nadie seduce con esa vocecilla de niña cagona, tan ensayada, con la que actúa cotidianamente para hacer creer a los inocentes prójimos que es un alma buena, porque en realidad su corazón está lleno de maldad.
A nadie persuade con esas sentencias en nombre de Dios y de la formación con la que la forjaron sus ancestros, más bien usa eso como falso escudo para esconder sus verdaderas y negras intenciones.
A nadie persuade por su innegable ignorancia de las cosas que dice o escribe, mostrando claramente su mísera condición humana, como un ser sin integridad que intenta insertarse en la cultura aferrándose como arpía a los bolsillos de sus amigos, a los que luego traiciona inmisericordemente con su lengua mordaz.
Cuando la veas tal como es descubrirás que es una demonia harapienta, orate y autodestructiva que se resiste a creerlo.
“Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”.