Monterrey.- ¿De qué color es el miedo…? Ellos lo saben. Viven hacinados en sus casas desde hace 158 días. Han palidecido entre la sombra de sus dudas y requiebros. El sol no brilla para ellos. Por su otra afección orgánica, se han condenado al autoexilio voluntario en su propia casa. Son una mezcla mórbida de obesidad y tristeza inamovibles. Para su propio mal, creen todas las fake news que aparecen en las redes sobre vacunas milagrosas y pandemias eternas, así como el tendencioso discurso de que emiten los representantes del sector salud. Han descuidado su arreglo personal a tal grado de oscilar entre lo grotesco y lo ridículo. Usan guantes, cubre bocas, trajes de astronauta, tapetes sanitizantes, utensilios desechables y toda clase de productos y sustancias desinfectantes ¿y protectoras? Nadie entra o sales de sus aposentos, mucho menos los nietos. Su calvario ha provocado su ruina corporal y psíquica, están enloqueciendo, ven demonios Covid por todas partes y quieren obligarnos a todos a que los veamos. Se han victimizado tanto que están muertos en vida. Pobres.