Cuando menos lo esperas, llega el momento de cerrar ciclos. ¡Ciérralos! No importa que hieras susceptibilidades falsas, lastimes a quienes no te aman, tengas miedo de lo que pueda pasar, aunque será para sanarte, creas que haces daño a quien en realidad te lo ha hecho a ti; no importa que te inunden con lágrimas de cocodrilo, que se disculpen, te supliquen de rodillas que los perdones, que más da que te difamen, sabes que tú conciencia está tranquila, que el problema no es tuyo, sino de ellos; piensa que dejas un paraíso que se asemejaba más a un infierno, donde no te sentías cómodo y poco valorado.
Abre tus alas y remonta el vuelo hacia mejores horizontes, ya no estás para el sufrimiento, ni para soportar a los otros solo porque sí. Vendrán cosas mejores, dirige acertadamente tus pasos hacia tu propia revaloración existencial y al paso del tiempo te reirás de aquello que temías y te sentirás triunfante y feliz.
Pero no te detengas. Sigue circulando en espacios más amigables, empáticos, tolerantes, solidarios, afines, donde la comunicación y la confianza sean las herramientas básicas para otorgarle dignidad a tu senectud.