Coro2310

MICROCUENTOS PARA PENSAR
Claustro
Tomás Corona

Monterrey.- El último hijo de una familia numerosa, más no el consentido. Le tocaban siempre los remiendos de los demás y, aún a costa de su propio orgullo, era el esclavo de todos sus hermanos y hermanas. Su alma de niño solitario lo condenó al aislamiento permanente de su mísera existencia. Era el bote de basura en el cual depositaban todas las sobras familiares.

     Retraído, obeso, medio torpe, indeciso, nunca atinaba que hacer o qué decir en los momentos difíciles, lo cual lo llenaba de angustia y se ponía a llorar amargamente donde nadie lo viera. Vivía lleno de miedos que le había inculcado su tóxica familia. Hipersensible como era, se había puesto, como defensa, una reja en el pecho que en repetidas ocasiones casi lo asfixiaba y, tristemente, se negó a sí mismo el placer de sentir.

     Su reclusión creada se proyectaba claramente en su poderosa imaginación. Pudo haber sido un creador, o un inventor, un personaje famoso, o por lo menos un ser humano feliz, pero jamás pudo liberarse de su claustro interior, hasta que por fin tuvo el valor de decidir un cambio radical en su vida. Fue entonces cuando amarró a su cuello la soga liberadora que lo convirtió en un renglón torcido de Dios…