Monterrey.- Te voy a demandar…
Dijo tiernamente la dulce ancianita cuando su hijo le avisó que dejaría de darle la “ayudita” (mesada) que puntualmente llegaba a la cuenta de Lilia, la otra hija quien desempeñaba el deleznable papel de parásito, una especie de “nini” avejentada que usufructuaba la lana que daba su hermano para la manutención de ella y su sagrada madre. Cabe señalar que la manutención era total: pago de servicios, alimentación, diversión, transporte, vacaciones… Hasta los “chones” se compraban con el dinero que el noble hijo les daba.
- Pero mamá, sabes bien que Lucy va a la universidad y Pepe a la prepa y mi sueldo, incluso el de mi esposa no va a alcanzar…
- ¡Sí…! Seguro fue esa “bruja” la que te pidió que ya no me ayudaras…
- No digas eso mamá, Romina realmente te aprecia y siempre está al pendiente de ti… Te consta… Lilia (la hermana) podría ponerse a
trabajar, aún es joven y goza de cabal salud…
- ¡Pero cómo te atreves…! Lilia es quien me cuida y me atiende… No sé qué sería de mi sin ella…
- Mamá, tu eres una mujer muy independiente y capaz, hasta cocinas muy rico, bien puedes estar unas horas tú sola…
- ¡Eres un mal hijo que abandona a su madre…! ¡Dios te va a castigar con los tuyos…!
- ¡No digas tonterías, mamá, entiende por favor…!
Y siguió la discusión sin fin, entre el escarnio y la injusticia, entre aquella controladora madre y su bonachón hijo. Finalmente, la demanda por manutención fue enviada a la CNDH (Comisión Nacional de Derechos Humanos) y procedió a favor de la abnegada, cáustica, caritativa, manipuladora, bondadosa y perversa abuelita… Y como dice el corrido: “De la Lilia mejor ni hablo, ella si se portó mal…”