GOMEZ12102020

MICROCUENTOS PARA PENSAR
Down
Tomás Corona

Monterrey.- Aunque padecía síndrome Down, Danilo era un ser humano maravilloso. Desde niño prodigaba amor a todo lo que lo rodeaba, como ellos suelen hacerlo, se la pasaba abrasando a medio mundo, antes de la pandemia, y no entendía muy bien el por qué ya no podía hacerlo. A quien más abrazaba era a su padre, su ídolo, su adoración, su madre había fallecido en el complicado parto cuando Danilo nació. Cuando ingresó a la escuela mostró aptitudes sobresalientes para el dibujo y le fascinaba bailar. Era tan dulce, inocente y amable que muy pronto se ganaba el corazón de sus condiscípulos y de los profesores.

     Habían pasado más de 30 años y Danilo se había convertido en un sujeto autónomo e independiente, aunque su padre siempre estaba al pendiente de él. Trabajaba en una imprenta empaquetando diferentes materiales y más de una ocasión, sus diseños fueron utilizados por el dueño de la empresa, sorprendido por la exquisita creatividad del muchacho. En los últimos meses el señor López le enviaba cajas y cajas con documentos por empaquetar y posteriormente pasaba a recogerlas ya con los paquetes hechos.

     Nadie supo cómo ni cuándo, de pronto Danilo se sintió preso en aquel horrible lugar aséptico y oloroso a cloroformo en el que batallaba aún más para respirar. Nada le dolía más que la separación física de su padre quien dormía en una cobija fuera del hospital con tal de permanecer cerca de su hijo enfermo de Covid. La situación empeoró, un triste día le informaron al padre que su hijo sería entubado, pasó en una camilla, se enderezó un poco al ver a su padre. Una gruesa puerta de cristal los separaba irremisiblemente. El padre palmoteaba desesperadamente el cristal llorando de impotencia. El largo pasillo se llevó el grito desgarrador de Danilo llamando a su padre.