Monterrey.- Le apodaban el Barry. El mote le venía del Barragán, su apellido, no de barrigón, pues estaba más flaco que un palo de escoba. También se lo decían por sarcasmo.
El Barry se levantaba todos los días a las 5 de la mañana, incluyendo sábados y domingos, para ayudar a su madre con la vendimia de aguas frescas en el mercado. Terminaba casi a mediodía y de allí se pasaba a la populosa secundaria situada en en la falda del cerro. Estudiaba por la tarde por razones obvias y esa era, a sus 14 años, la rutina diaria de su vida.
Era un buen chavo, amable, sencillo, trabajador, estudioso y muy pero muy pobre. Había nacido en un contexto pauperizado en el que existía un montón de carencias y necesidades: vivienda demasiado pequeña, piso de tierra, techo de lámina, paredes de madera y cartón.
El también pauperizado negocio de las aguas frescas apenas si daba para mantenerlos a él y a sus cinco hermanos. Su padre, alcohólico violento, llevaba preso ya varios años por un homicidio imprudencial que cometió, pues en una francachela murió uno de sus amigos en un coche que el papá del Barry iba conduciendo.
Cuando había crisis económica en casa (casi todos los días), apenas si se alimentaban y esa fue quizá una de las causas del triste hecho que sucedió en la escuela el pasado martes.
El día que se incrementó el costo de la fruta (casi siempre), la mamá batalló para surtirla y la venta fue muy baja, impactando frontalmente en la alimentación de la familia. El Barry (su madre y sus hermanos tampoco) no cenó un día antes, no almorzó, apenas si probó una media manzana que le dio su madre y tampoco comió nada; bebió un poco de agua y así se fue a la escuela, con los intestinos devorándose unos a otros.
El termómetro marcaba peligrosamente 43 grados. Formado en la estupidizante e inútil fila, viejo ritual en la escuela, como pájaro herido cayó fulminado por el golpe de calor. Todos corrieron a auxiliarlo, mientras la hipertemia iba causando estragos en su organismo; la respuesta inflamatoria sistémica produjo una disfunción multiorgánica y resultaron vanos todos los intentos por revivirlo. Aquel joven había dejado para siempre el mundo terrenal.
P.D. Las autoridades educativas y la señora que las representa, desconocedoras del inicuo, difícil, pauperizado y cruel ambiente donde habitan la mayoría los educandos, arguyen que no pasa nada, que todo anda bien en las escuelas.
¡Son unos canallas!