MICROCUENTOS PARA PENSAR
El cósmico
Tomás Corona
Monterrey.- Quiero encontrar a Dios, todavía, pero yo solo, sin intermediarios, sin falsos curas pederastas, aparentemente circunspectos, que poseen y desposeen impíamente el alma y el cuerpo de los infantes, sin una religión hipócrita y venal que te perdona siempre todos tus pecados, sin la inconmensurable y fofa pérdida de tiempo de los rezos estériles, sin el lujo y lacerante opulencia del Vaticano y su dorada riqueza mal habida, sin la falacia del amor al prójimo que profesan los mojigatos y convenencieros beatos, sin la conversión a la obediencia ciega hacia los añejados y obnubilantes rituales religiosos, sin padecer por la conciencia ingenua de los crédulos que todo lo justifican en nombre de Dios o de sus quiméricos ángeles, sin el látigo oprobioso de los jesuitas que llevaban la biblia en la otra mano, sin diezmo obligatorio que me exima de mis atroces y desquiciantes devaneos, sin el culto a la bondad disfrazado que oculta las negras intenciones de la rapiña eclesiástica, sin el cuerpo de cristo contenido en una oblea enharinada, sin el claustro obligado para exudar en un voto de silencio las culpas consumadas, sin el sagrario y el cetro que separa los mortales de los dioses con la efectiva piedad de la enajenación, sin la imagen falseada de un salvador que rara vez habita en los templos, sin el fatigante rosario que nada aduce de la justicia humanitaria, sin el romántico carisma que enmascara el rechazo frontal a los deslices cometidos, sin la piadosa y fementida caridad disfrazada de buena voluntad bajo las alas negras de los clérigos, sin la insostenible y corrompida moralidad de feligreses y abates, sin el poderío económico de la iglesia, que resguarda entre sus paredes al humano más rico y poderoso del mundo, sin la promesa de la vida eterna, no la quiero tampoco…