Monterrey.- Gedeón supo desde siempre que era un ser de luz. Cuando nació, la comadrona que era medio bruja, le dijo a la madre que el niño tenía un don especial, que ella sabía si se lo desarrollaba o no. Y lo hizo. Desde bebé le inculcó que tenía un poder extraordinario: curar a la gente y, como todo niño, acabó por creerlo, sobre todo cuando sufría de esas extrañas palpitaciones febriles y sentía que se iluminaba o más bien, que se encendía, como llama, como foco, como luciérnaga humana. Su fama creció pronto y trascendió fronteras, rebasando el pueblito en que vivían. Por esos caminos y andurriales que llegaban hasta su resplandeciente hogar aparecían peregrinos de muchas partes para que los curara.
El tejabán se convirtió pronto en una casa de concreto, luego el solar se convirtió en hacienda, entonces emigraron a la ciudad a una residencia grande y bonita, todo gracias a las piadosas acciones del niño y después del joven Gedeón que irradiaba a los sufrientes su poderosa luz, llenándolos de bienestar y buena salud, con solo tocarlos, mientras que la acuciosa madre era la responsable de dirigir todo: el escenario, las velas, los amuletos, el vestuario, los fetiches, los aceites y el cobro por tanta ayuda y piedad, por supuesto. La “ayudita” o limosna que otorgaban al iluminado debían sobrepasar los 200 pesos, lo cual permitió a la feliz madre, después de algunos años en los que esperó pacientemente, comprarse una lujosa mansión en la colonia más pomposa de la ciudad y cuando cumplió los 18 años, Gedeón era ya un joven con lana y de clase alta.
Pero el destino, o la suerte o el Diablo son crueles, o quizá fue la fatalidad. Un día que el esplendente joven Gedeón caminaba por una calle, casualmente estalló un tanque de gas justo en el momento en que él cruzaba y lo pulverizó. ¿Acaso sería su poderosa energía, su destellante energía, su intensa chispa lo que provocó aquella mortal explosión, o acaso Dios reclamó violentamente a uno de sus ángeles como dicen…? Nadie lo sabe. Gedeón quedó convertido en energía cósmica, mientras que la ricachona madre llora desconsolada por la pérdida de su jugoso negocio.